MELISSA
—¿Estás segura de que era él? —pregunta la Dra. García.
—Al 100%.
—Melissa... estoy aquí para ayudarte, es posible que fuera otra persona, con su mismo perfume y una cazadora de cuero parecida, el mundo tiene 7.8 billones de habitantes.
Y solo una es capaz de hacerme sentir así tan solo con su presencia. Pienso para mi.
—Pilar, estoy muy segura de lo que te estoy diciendo, sé que eres psicóloga y seguramente lo que te voy a contar te parezca una locura, pero le siento, puedo sentirle, y sé que él me siente a mi, no me preguntes ni cómo ni porqué; pero es como cuando sabes quien entra por la puerta de casa por cómo gira la llave en la cerradura. Es exactamente como si mi piel tuviera un radar, que presiente cuando él y yo estamos cerca... —digo de carrerilla.
La Dra. García me observa en silencio, analizando cada palabra que pronuncian mis labios.
—Da igual... olvídalo, seguramente acabe de volverme completamente loca...
—No es ninguna locura, Melissa, hay cosas que ni la ciencia es capaz de explicar y los sentimientos no atienden a teorías ni lógicas, pero me parece que tenemos que ir paso por paso. ¿Qué tal te encuentras?, dentro de pocos días será el aniversario de la muerte de tu hermano.
No me ha dado ningún ataque de pánico ni ansiedad al escuchar esas últimas palabras de la boca de mi psicóloga, estamos trabajando en la aceptación, comprender y asimilar que mi hermano ha muerto, y evitar el tema no me ayuda a superarlo. Todavía me cuesta, no os voy a mentir, me retuerzo un poco sobre mi sillón al escucharlo.
Me quedo unos segundos en silencio y me tomo mi tiempo para responder a esa pregunta.
—Bien... supongo, no estoy muy segura de cómo me siento... —cojo una gran cantidad de aire para seguir hablando. —Todavía duele —consigo decir. Y una lágrima se desliza por mi mejilla. No la seco, ni aparto con mi mano. Necesito llorarle, llorar todo lo que no he llorado el último año. Sé que aquí, en la consulta de mi psicóloga, es un lugar seguro donde nadie me juzga, donde puedo dejarme fluir y sentir todas las emociones que mi cuerpo alberga.
—Y dolerá, lo sabes, lo hemos hablado. Pero vas muy bien, Melissa, no dejes de hacer los ejercicios que hemos aprendido, y te prometo que algún día podrás sonreír al escuchar el nombre de tu hermano.
La próxima media hora se me pasa muy rápido y cuando me quiero dar cuenta llega la hora de irme.
—Bueno, hemos acabado por hoy, ¿hay algo más que quieras comentarme?
Niego con la cabeza, sintiéndome muy aliviada. Las sesiones semanales se han convertido en algo imprescindible. He tenido que renunciar a ciertas cosas para ayudar a mis padres a pagar el psicólogo. Quise vender mi cámara, pero no me dejaron, aún así hago todo lo posible para aportar algo de dinero. Sé que mis padres solo quieren lo mejor para mi.
Y junto con las sesiones, las llamadas diarias a Maggie también se han convertido en una rutina. La echo mucho de menos, ojalá pudiera tenerla cerca siempre.
—Pues entonces, nos vemos la semana que viene a la misma hora, ¿te parece?
—Perfecto. Muchas gracias, Pilar, nos vemos la semana que viene.
Me despido de ella y me dirijo hacía la salida del edificio.
—¿Qué tal, pequeña? —pregunta Alex nada más pongo un pie en la calle. Está apoyado sobre uno de los coches aparcados en la calzada. Solemos quedar directamente en la cafetería. No sé por qué ha venido a recogerme hoy.
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Sempiterno(1) {terminada} PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO
Novela Juvenil[LIBRO AUTOCONCLUSIVO] Melissa tiene 21 años y vive en Barcelona. Logan tiene 22 años y vive en Madrid. No se conocen pero se sienten. No se han mirado pero se ven. No se han encontrado, o ¿tal vez si? No se recuerdan, pero lo harán. Una isla, un...