Ese hombre la alteraba. Cassie tenía una recurrente sensación de dèjá vu a su lado, apenas podía quitarle la mirada de encima, lo cual no era tan sorprendente puesto que Loxias era rubio de pies a cabeza. Con el pelo largo y trigueño atado en una cola que le llegaba a los hombros, unos ojos azul claro que hipnotizaban y una estatura que haría llorar a los jugadores de la NBA, era sin duda su prototipo de hombre. En circunstancias normales, ese hecho y la desesperada atracción que la empujaba hacia él, habría hecho que diese media vuelta y huyese despavorida. Su suerte con los hombres era nula, su vida era demasiado complicada para mantener una relación; las mentiras nunca llegaban a buen puerto, ni siquiera aquellas hechas por omisión. Ya no sabía si el acuciante calor le había derretido las neuronas o era su proximidad el que lo hacía, fuese como fuese, estaba excitada. Se le habían endurecido los pezones, tenía el sexo hinchado y podía notar la humedad empapándole las bragas. Por no mencionar que se le hacía la boca agua cuando le daba la espalda y podía recrearse en esa ancha espalda, estrechas caderas y perfecto culo acunado por los pantalones cargo que llevaba. Aquella situación era completamente surrealista. Allí estaba ella, babeando por un tío que había salido prácticamente de la nada, alguien que trabajaba en el complejo arqueológico y que se le había acercado como si la conociese de toda la vida, para decirle con una sonrisa en la cara que se había colado sin pagar. Era casi tan surrealista como su propia reacción al responder con la misma abierta naturalidad de quien recibe a un amigo de toda la vida, cuando en realidad no se conocían de nada y él acababa de recordarle su “desliz” al hacer un SINPA. No pudo evitar pensar en Diana, llegados a este punto. Ella se había metido en su vida de una manera parecida. Su amiga se había presentado ante ella cuando estaba contemplando un vestido en un escaparate. Como salida de la nada, sin haber cruzado nunca antes palabra, la arrastró a la tienda y le obligó a probarse dicho vestido solo para descubrir que ella era la propietaria de dicha tienda y
diseñadora del trapito. Dos horas después, salía del edificio con el vestido puesto, unos zapatos a juego y su nueva amiga de ganchete. Ni siquiera estaba segura cómo había pasado de estar mirando el escaparate a estar mirándola a ella hacia última hora de la tarde, después de que una visión se presentara ante ella y el accidente que había visto se hiciese realidad a los pocos minutos delante de ambas. Diana n o había hecho preguntas, se había limitado a abrazarla cuando se echó a llorar por la impotencia y la invitó a tomarse algo. Ese había sido el comienzo de su amistad. Y ahora con aquel hombre parecía tener una conexión muy similar. Loxias llevaba un buen rato dándole una lección de historia, explicándole el significado de cada piedra del camino y deleitándola con algún que otro cuento mítico sobre el lugar y quienes habían morado allí. Era un fantástico narrador. —… se suponía que los peregrinos que llegaban a Delfos debían lavarse allí antes de acceder al Tholos. ¿Lavarse? ¿Agua? ¿Una bañera en la que cogiesen los dos? ¿Dónde había que firmar? Cassie sacudió la cabeza, tenía que centrarse, no podía seguir desvariando de aquella manera, estaba allí por una razón. Bueno, ahora dos, si contaba con la visión de aquella mañana, ya que el motivo principal de su visita parecía decidido a darle plantón. Así que, se concentraría en encontrar esa fuente y tentar al destino una vez más. —Entonces, la fuente de Castalia está lo interrumpió, pasando a su lado para prestar atención al espléndido paisaje que la rodeaba. Desde su posición podía ver todo el complejo arquitectónico, las montañas en la que estaba emplazado y la agreste vegetación del lugar, así como los turistas pululando por la plaza del teatro. Lo sintió a su espalda, cerniéndose sobre ella y tuvo que apretar los labios para evitar que se le escapase un pequeño gemido de placer. ¡Joder, estaba caliente como un horno y él ni siquiera la había tocado! —¿Ves el templo semicircular, las columnas que quedan en pie? Siguió la línea de su brazo, extendido a su lado y entrecerró los ojos intentando concentrarse en el paisaje y buscar lo que le indicaba. —Sí —murmuró al encontrar dichas ruinas. —Pues la fuente está unos metros antes, a la derecha —le susurró, su aliento le acarició el pabellón de la oreja haciéndole cosquillas—.
Se dice de ella, que en sus aguas se purificaba la Pitia, la pitonisa del oráculo, antes de sentarse en su trípode en el interior del Tholos y emitir sus profecías. Se obligó a permanecer inmóvil, especialmente cuando su mano resbaló como una pluma por su brazo dejando tras de sí escalofríos de placer. —El agua, cae desde una altura de quinientos ochenta y tres metros y se va canalizando hasta la fuente dónde mana de unos caños, formando una piscina para realizar abluciones —continuó con voz sensual—. La piscina puede verse desde la carretera, pero todo lo demás queda tras el vallado. La mención a la piscina despertó en ella aquella sensación de mareo previo a una visión. —Joder… ahora no… No pudo evitarlo, la visión la alcanzó con inusitada fuerza, permitiéndole incluso oler el aire, escuchar el sonido del agua… Cuando fue nuevamente consciente de su entorno, estaba de pie, al otro lado del cordón de seguridad contemplando al mismo niño de su anterior visión. Ahora, sin embargo, podía escuchar su risa mientras desafiaba a otra niña, su hermana pequeña, a seguir sus pasos. Ella no quería seguirle, tenía miedo… Pero el niño estaba disfrutando demasiado con su travesura para hacer caso del llamado de su hermanita, se había subido al saliente que la pared y reía mientras hacía equilibrismos. Giró, le resbaló uno de los pies y asistió al momento en el que la caída lo llevaba a golpearse la cabeza y caer a la piscina boca abajo, quedando como un cuerpo inmóvil sobre la cristalina y plácida agua. ‹‹No había suficiente profundidad para que se ahogara››. ‹‹Pasó mucho tiempo boca abajo››. ‹‹Que desafortunado accidente››. ‹‹Su pobre madre››. ‹‹¿Dónde estabas cuando él te necesitaba?››. Ante sus ojos se desplegó el futuro con todo detalle, diciéndole en imágenes lo que aquella travesura, con final trágico, traería consigo. Jadeó, de golpe el dolor de los padres la sobrecogió, la pena, la lástima de los que presenciaban la escena, todo se conjuró para ponerla de rodillas, literalmente.
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EN OTRA VIDA DE AMARIAS MISHA SCAIL
RomanceSINOPSIS ¿Y si los mitos no fuesen tal y como los conocemos? ¿Y si los dioses y los héroes de la antigüedad siguiesen todavía entre nosotros buscando a su alma gemela? Cassie siempre ha pensado que el don que posee es una maldición, especialmente de...