CAPITULO 3 : PARTE 2

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—¿Cassandra? La voz de Loxias penetró en aquel mundo aparte, arrancándola de la visión. Se encontró de rodillas en el suelo, tosiendo para recuperar el aire que le habían robado de los pulmones. —¿Qué es lo que has visto, Cassandra? Ella alzó la mirada y se encontró con esos profundos ojos azules, la calma personificada. Antes de poder contenerse, abrió la boca y habló. —La fuente de Castalia — musitó casi sin voz—. Un niño morirá ahogado. Él no se inmutó ante tal declaración. —¿Cuándo? Ahora fue ella la sorprendida por sus palabras, por la tranquilidad que había en ellas. Se lamió los labios, una solitaria lágrima se escurrió por su mejilla sin permiso. —No lo sé… pronto —murmuró y miró a su alrededor—, quizá ya ha sucedido o esté ocurriendo ahora mismo… É l se acuclilló a su lado, le cogió el rostro entre las manos y lo obligó a mirarle a los ojos. —Debes evitar que suceda lo que has visto. Una agónica carcajada abandonó sus labios. —¿Crees que no lo he intentado antes? —Se liberó de su contacto y sacudió la cabeza—. No funciona así. No puede evitarse… yo no puedo evitarlo… nadie creerá ni una sola palabra de lo que diga. Una extraña emoción cruzó los ojos de Loxias durante un milisegundo para desaparecer después. —Tienes que intentarlo. Se apartó cuando intentó tocarla, se negó a mirarle a los ojos y ver quizá la burla o la incomprensión en ellos. No deseaba su lástima, y con seguridad era lo que encontraría en ellos. Se lamió los labios, lo que tampoco podía hacer era quedarse allí sin hacer nada, sus visiones pocas veces eran tan explícitas y potentes. Sin decir una palabra, se levantó, giró sobre sus talones y salió de allí a la carrera, desandando el camino y dejando tras de ella el llamado de su guía particular. Sabía que nadie la escucharía, nunca lo hacían, así que tendría que evitar que se cumpliese el nefasto destino de aquel chiquillo, ella misma. Solo rogaba que estaba vez fuese capaz de lograrlo. 

Loxias no pensó volver a ver a Cassandra presa del trance de los Arcanos, no en esta vida. Como tampoco esperó ver esa mirada de desesperación en su rostro. “No puede evitarse… yo no puedo evitarlo… nadie creerá ni una sola palabra de lo que diga”. Las palabras de la mujer se filtraron en su interior, penetrando como dardos envenenados, reconociendo en los rescoldos de su visión la maldición que, injustamente, había dejado caer sobre ella tiempo atrás. “No me traiciones Cassandra”. Se obligó a hacer a un lado sus propias      emociones      y      convocó mentalmente a sus trabajadoras. ‹‹Musas, necesito que tengáis oídos y ojos bien abiertos — ordenó —. Encargaos de vigilar la Fuente de Castalia de cerca y procurad que esa zorra no atraiga a ningún incauto a sus aguas››. Si la mitad de los mitos se conociesen como ocurrieron realmente, los dioses no serían siempre los culpables de todas y cada una de las desgracias acontecidas. ‹‹¿Qué ocurre, jefe?››. ‹‹¿Qué ha hecho ahora esa buena para nada de Castalia?››. ‹‹Cassandra      ha      tenido      una visión en sus aguas››. ‹‹¿Cassandra?››. ‹‹¿Esa Cassandra?››. Tres de sus nueve empleados se aparecieron ante él. —¿Fue la chica que me ordenaste dejar pasar gratis?

Miró a las dos mujeres con el ceño fruncido y enarcó una dorada ceja ante el hombre que las acompañaba. Otro mito más que se iría por tierra si supiesen que las “musas” no eran todas mujeres. —¿Se ha reencarnado en esta vida? —preguntó Erato. El hombre era un poco más bajo que él, moreno y con una piel bronceada. Pero eran sus ojos, de un intenso verde oliva, los que subyugaban. —Tú y Clio ocupaos de vigilar la fuente —le encargó—. Cassandra ha presenciado la muerte de un niño en sus aguas. Las dos mujeres jadearon al unísono, mientras el hombre juraba por lo bajo. —¡Oh, dioses! —¿En nuestra fuente? —se alteró   Calíope—.   ¡Esa   zorra! ¡Sabía que tenía que haberle retorcido el pescuezo la última vez que la vi! Loxias esbozó una irónica sonrisa,   Cali   podía   s e r   muy vehemente en sus opiniones. —Aseguraos de que los grupos de turistas están completos y no hay nadie perdido por el complejo arqueológico —los despidió. —¿Y tú que harás? Sus ojos se encontraron con los de Erato y suspiró. —Lo que sea necesario para que la visión de Cassandra no llegue a hacerse realidad. Cassie dejó escapar un gemido de alivio cuando encontró la maldita fuente. El mismo guía que había escuchado a su llegada, narraba ahora en voz de teatro las propiedades y la leyenda que existía en torno al lugar. Se paseó por las inmediaciones buscando disimuladamente con la mirada el niño de su visión. —Existen varias leyendas acerca de la Fuente de Castalia — explicaba el guía, el tono de su voz y la entonación que daba al recitar mantenía a la gente totalmente subyugada—. Se dice Castalia era una ninfa, hija de Aquelao y amada por Apolo. Pero ella no deseaba las atenciones del dios, así que huyó de él y se sumergió en una fuente que había al pie del Monte Parnaso. Desde entonces, la fuente fue el lugar de reunión para las musas y las náyades, Apolo a menudo solía acompañarlas con el sonido de su lira creando las más hermosas melodías. Se decía, que el agua era capaz

EN OTRA VIDA DE AMARIAS MISHA SCAILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora