CAPITULO 4 : PARTE 1

100 10 0
                                    

E l T h o l o s era sin duda la construcción más reconocida e identificativa del templo de Delfos. Un pabellón circular, del cual ya solo quedaban un par de columnas en pie y varias ruinas. Cassie reconoció que el lugar imponía, había algo milenario en él, un aura de poder que la llamaba como una sirena. Recorrió el recinto en silencio, podía notar la presencia de Loxias con  ella aunque él se mantenía en segundo plano, permitiéndole apreciar ese pedazo de historia, que pisaba, por sí misma. La realidad para Cassie, sin embargo era distinta. Estaba nerviosa, a la espera que, de un momento a otro, él hiciese algún comentario en referencia a los recientes acontecimientos. Después del incidente en la fuente, la había invitado a comer con él en un lugar apartado, entre el sol y la sombra, dónde aprovechó también para descalzarse y quitarse todo lo que podía quitarse sin terminar en pelotas. Ambos habían disfrutado de unos bocadillos y de una conversación intranscendental en la que ambos pudieron satisfacer la curiosidad sobre las vida del otro. Cassie empezó a encontrarse esperando que él tocase el tema, que dijese algo sobre lo que ella había murmurado y lo que había sucedido a continuación, pero no lo hizo y ya no podía soportar más la incertidumbre de lo que pensaría o dejaría de pensar de ella. Tras la comida habían continuado con la visita, llegando al Tholos, la más famosa construcción arquitectónica griega de todos los tiempos.—No pensé que sería tan tarde —murmuró, sorprendiéndose de la hora que marcaba el reloj. Eran más de las cinco de la tarde y ellos eran los únicos que pululaban ya por el recinto—. ¿No te meterás en problemas por permitir que los turistas paseen todavía por las ruinas fuera de horario? Se limitó a ladear la cabeza, un gesto que cada vez le era más familiar. —No cuando la turista en cuestión está acompañada por mí —contestó como si nada. Bueno, eso era sin duda confianza en sí mismo. —De todas formas, tengo que volver —insistió ella, aunque la realidad era que lo último que le apetecía era abandonar su presencia

—. Todavía tengo que llegar a la ciudad, buscar alojamiento… Él hizo una mueca. —Yo no llamaría a Delfos ciudad, no de la forma en que alguien se referiría a cualquier otra ciudad europea —comentó con sencillez—. En cuanto al alojamiento, puedo recomendarte alguna pensión limpia y agradable. Asintió. —Eso sería de mucha ayuda aceptó y echó un último vistazo a su alrededor—. Este viaje comenzó siendo una auténtica locura, pero me alegra haberlo hecho. Este lugar es… asombroso —se volvió ahora hacia él—. Y gracias por la gorra y el paseo turístico... y perdón por el chapuzón en la fuente y… bueno… creo que te debo seis euros. Él la miró, con esos ojos azul intenso y negó con la cabeza. —Si has encontrado aquello que parecías venir a buscar, me doy por pagado. Lo miró con cierta sorpresa. —¿Cómo sabes que venía buscando algo? Se encogió de hombros. —Fue la sensación que tuve al verte ante el Templo de Apolo. Dejó      escapar      un      resignado suspiro y se encogió de hombros. —La verdad, ni siquiera estoy muy segura del porqué estoy aquí confesó. Quiero decir, estaba convencida de que debía venir, creí… que podría encontrar... que encontraría respuestas a las preguntas que tengo… pero solo he encontrado más preguntas… y a ti. —¿Cómo cuales? Lo miró y fue muy franca. —Como      el      que      tú      no      hayas hecho ninguna sobre lo ocurrido en el teatro respondió con firmeza, o en la fuente, con ese niño. No solo no te has sorprendido, sino que… lo aceptaste como algo… —¿Normal? Muy a su pesar, tuvo que asentir. —Sí. Él duplicó su gesto y extendió la mano indicándole el paisaje. —Mira dónde estás —le dijo—, en uno de los Oráculos más

antiguos y conocidos de Grecia. Aquí se decidieron los hechos más importantes a nivel político del país en la época y se hicieron predicciones que con el tiempo se convirtieron en realidad. Las gentes acudían a Delfos para saber si tendrían una buena cosecha al año siguiente, si encontrarían esposo o si ganarían la guerra —enumeró—. No es la primera vez que los peregrinos se ven beneficiados o influenciados por este lugar… No pudo evitar sonar irónica al responderle. —No niego del poder de este lugar de peregrinación, yo misma lo he sentido —admitió, de nada valía negar lo evidente—, pero no se trata de algo pasajero… no en mi caso. Nunca en mi caso. Él la observó durante unos segundos en silencio. —¿Qué fue lo que te impulsó entonces a venir aquí? —insistió él a su vez—. ¿Quién te atrajo a Delfos? Por un breve instante, estuvo a punto de decir “tú”, pero hacerlo sería una locura más grande de la que ya había cometido. Suspiró y sacudió la cabeza. —Ojalá lo supiera —resopló, mirando de nuevo el lugar—. Eso haría que me sintiese menos estúpida al seguir… mis corazonadas. Lo único que sé es que mi salud mental no ha mejorado gran cosa, por el contrario, parece que estoy destinada a seguir la senda de la locura… Él chasqueó la lengua ante sus palabras. —El ver aquello que otros no ven, no siempre es sinónimo de locura replicó, ni siquiera cuando lo que presencias, es el futuro o los acontecimientos venideros.

EN OTRA VIDA DE AMARIAS MISHA SCAILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora