Lo mio tardé en olvidar tu aliento sobre el cristal, y el reflejo de tus manos sobre mi cuerpo. Los recuerdos tardaron más que las sensaciones, los atardeceres y los suspiros tras mi cuello que me permitían sentir la tierra que sin saberlo pisaba.
La dulce primavera me supo amarga, al caminar sola por la calle de los dos. Mis pies se sentían fríos e impotentes, y mi pecho ausente de ti. Al mirar los reflejos y ver solo un cuerpo, mi corazón gritaba de dolor.
Claro, como si mi cabeza no estuviera notando el desorden.
Trataba de no derramar sangre sobre los cristales que pisaba, y cerrar el puño para hacerme entender que mi mano no ya estaba acompañada. Con el corazón arrugado y la cabeza en tu recuerdo caminaba, sin ni siquiera pretender apaciguar las lágrimas que pintaban de culpa mis pies descalzos. Joder. Abre tus ojos al lanzar tus flechas, que no ves los corazones que estás dañando.
-Y de la impotencia llegó el odio.-
Te crees dueño de tus actitudes indiferentes, y capitán de los mares que provocas. Tratas de esconderte tras las risas,
de los te quiero de los que un día fuiste responsable. Deja ya de mirar al cielo, y mira a las sonrisas que te estás llevando hacia tu jaula de deseos rotos, oculta tras una cortina, y no finjas que no eres responsable, si un día prometiste ser la causa de todo.
