Loxias la sintió antes de verla, después de lo de anoche, estaba convencido que podría seguirla con tan solo el pensamiento. Si tan solo ella pensase lo mismo de él… pero no podía culparla. Cassandra, más que ninguna otra, tenía motivos más que suficientes para no perdonarlo jamás. Hacía algo más de una hora que había terminado su jornada, no dejaba de resultarse irónico el haber conseguido precisamente ese trabajo, casi tanto como el que ambos se hubiesen reencontrado en este lugar. Tendría que darle las gracias a Diana por empujarle a ello; su hermana, de vez en cuando, tenía buenas ideas. El último grupo de turistas había abandonado ya la explanada y ningún mortal irrumpiría en el terreno mientras él así lo quisiera. Estaba decidido a tener una noche más con su sacerdotisa más querida. Se giró al verla subir la cuesta, estaba arrebatadora con unos pantaloncillos cortos y una blusa anudada que dejaba a la vista el ombligo. Una cazadora completaba el atuendo, junto a las botas de montañismo. —Bienvenida de nuevo. Ella frunció los labios y arrugó la frente, sus ojos claros se clavaron en él y podía hacerse a la idea de que estaba de todo, menos contenta de verle. —Tenemos que hablar —ignoró su saludo y se plantó delante de él —. Lo de anoche no pudo ser real, es una locura demasiado… flipante para ser tomada en cuenta. Ladeó ligeramente la cabeza, sabía que aquello no sería fácil. —¿Tanto como el hecho de que tengas conocimiento de lo que vendrá? —preguntó enarcando una ceja—. Todo existe por un motivo y a menudo tiene que ver con quien fuimos en otras vidas. La vio llevarse las manos a la cintura. —No quieres seguir por ese camino… —¿Por qué no? Ella entrecerró los ojos. —Me he pasado buena parte de la mañana en la biblioteca —le
informó—. Sí, lo sé… ya puedes aplaudirte por haber conseguido despertar mi curiosidad. Pero sabes qué, hay muchas cosas que no me cuadran… empezando por mi visión de anoche… Nada de eso aparece en los jodidos libros de historia. —Tienes que ser la primera persona en el universo que cree a pies juntillas lo que está escrito en los libros —bufó. No recordaba que su Cassandra fuese tan obtusa, pero entonces, esta no era la mujer que había amado… no completamente. Cassie era una mujer de pleno siglo veintiuno, la reencarnación de su sacerdotisa, la poseedora de su alma—. Muchas veces las cosas no son como las han contado… Ella alzó la barbilla e imitó su tono anodino. —Ya —rezongó. La ironía goteaba de cada una de sus palabras—. Y esperas que crea que Cassandra, una princesa troyana que mandó al dios Apolo a tomar por culo y que ganó a cambio como castigo el que nadie la creyese, era la única culpable de su propio destino, por su enorme sed de codicia, claro. Bufó ante la despectiva descripción. —Tú nunca fuiste… Ella alzó una mano, interrumpiéndolo. —No, alto ahí, rayito de sol. No sigamos por ahí, que el camino todavía no está pavimentado — sacudió la cabeza—. Nada de yo. Mi maravillosa persona pertenece a este tiempo, no a la antigua Grecia. En cuanto a este asuntito de las videncias, no tiene nada que ver… Ahora fue su turno de detenerla. —¿Cuándo fue la última vez que alguien creyó en tus predicciones, Cassie? La vio tensarse y apretar los labios, sus ojos fulguraban al mirarle. —Hay una diferencia entre que no me crean y que no hable sobre ello siseó—. No sé cómo serían las cosas entonces, pero ahora, si eres más rara que un perro verde, pueden ocurrirte dos cosas: que te tomen por loca y te pongan el último grito en moda psiquiátrica o que intenten darte el finiquito… de esos que no acabas cobrando. La miró con intensidad, ¿habría ella sufrido una vez más por su culpa? ¿También en esta vida? La sola idea lo enfermaba. ¿Cuánto daño le había hecho a la mujer que amaba? —Mi mantra es “cierra el pico y vive tu vida”, después de todo, es
imposible intentar cambiar el futuro —se encogió de hombros—. Créeme, lo sé, lo he intentado. Deslizó la mirada sobre los restos del templo y se detuvo en el lugar en el que se habían encontrado la tarde anterior. —Yo no lo afirmaría con tanta rotundidad, menos aún después de tu intervención de ayer. Ella hizo un aspaviento. —Pura casualidad —desechó la idea—. Estaba en el lugar y momento adecuado, quizá eso es lo que tenía que ocurrir en realidad. Lo dejó pasar. Ella seguiría peleando y resistiéndose hasta que cada uno de los recuerdos de su tiempo juntos regresaran y la enfrentaran con la vida que una vez inundó sus venas. Esa era también parte de su maldición y tortura. La eternidad había sido demasiado larga sin ella, ninguna mujer había podido comparársele y él debió padecer lo mismo que padecería ella, sabiendo que vida tras vida, su alma sufriría por su causa y la maldición que una vez desató. —¿Por qué has decido regresar, Cassandra? Ella hizo una mueca al escucharle llamarla por su nombre completo. Lo odiaba. El sonido traía consigo ecos de unos recuerdos que no deseaba, que no quería aceptar como reales. —Es Cassie —lo corrigió—. Y si estoy aquí ahora, es porque necesito respuestas. Ese es el principal motivo que me trajo a Grecia… buscar respuestas. Se cruzó de brazos y esperó a que ella continuase. Aunque era un poco difícil concentrarse en otra cosa que no fuese la voluptuosa mujer que permanecía de pie ante él. —Supongamos por un brevísimo instante que… considero… todo ese asunto de vidas pasadas le dijo, eligiendo cuidadosamente cada una de sus palabras—, o con mayor exactitud, la visión de anoche. Puedo no ser una experta en cultura y mitología Griega, pero después de pasarme media mañana en la biblioteca, enchufada a una deprimente conexión a internet, la idea que tenía sobre el mito de la Profetisa Maldita no es que haya cambiado gran cosa, a lo sumo, se han ampliado mis conocimientos. Da igual que versión elijas, el final de Cassandra y el único culpable de su desdicha fue el dios Apolo, a quién le entró el síndrome premenstrual cuando ella lo rechazó. Y una pequeña anotación. Escupirle en la boca a alguien es… asqueroso.
Negó con la cabeza y suspiró. —De nuevo haces caso a lo escrito en un libro y lo tomas al pie de la letra. Ella se cruzó de brazos, imitando su postura. —¿Qué? ¿Ahora vas a decirme que él no fue quien la maldijo y que los historiadores se lo inventaron todo? Sus ojos se encontraron y vio en ellos la poca seriedad que le confería a todo aquel asunto. Para ella no era más que un juego. —Él la maldijo, sí… porque ella lo traicionó —murmuró, manteniendo la voz baja y estable —. Le pidió que no lo hiciera… le dijo, que ella era su luz, su vida y la previno sobre su traición… ella… tú me traicionaste… o eso fue lo que creí entonces… y lo que tus adorados historiadores recogieron a su modo. Ella descruzó los brazos y alzó una mano a modo de alto. —Ah, no, no empecemos por ahí, rayito de sol —chasqueó la lengua—. Sigamos con los casos hipotéticos y no nos colguemos todavía la medallita de “En una de mis vidas pasadas fui…”. Abandonó su postura y se acercó a ella, rondándola, disfrutando de su aroma y deleitándose en el recuerdo del cuerpo femenino entre sus brazos. El deseo le estaba ganando la partida a todo lo demás. —¿Y si lo fuiste, Cassie? ¿Y si en otra vida fuiste la mujer que amó un dios? ¿La mujer que… amé? — le susurró al oído desde atrás. Ella se estremeció, pudo notar el cambio en su cuerpo y sonrió para sí. Después de todo, había cosas que no cambiaban y el deseo que ambos sentían era una de esas cosas. —Te diría que te precipitas en tus conclusiones y que no es una buena idea declararte a una chica a la que has conocido… er… anoche —le dijo y se apartó de él, girándose para poder enfrentarlo de nuevo. —Nos conocimos hace varias vidas —contestó él, mirándola a los ojos—. Pero el destino nos traicionó a ambos. Volvió a hacer ese gesto tan propio de ella, de esta nueva Cassandra. Ladeó la cabeza suavemente y lo miró intrigada. —¿Eso es lo que crees que ocurrió? ¿Una traición a dos manos? La miró pero se vio incapaz de responder. ¿Quién había traicionado a quién? La realidad estaba muy lejos de ser lo que contaban los historiadores a los que ella hacía referencia.
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EN OTRA VIDA DE AMARIAS MISHA SCAIL
RomanceSINOPSIS ¿Y si los mitos no fuesen tal y como los conocemos? ¿Y si los dioses y los héroes de la antigüedad siguiesen todavía entre nosotros buscando a su alma gemela? Cassie siempre ha pensado que el don que posee es una maldición, especialmente de...