Capítulo 58

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Nota: Perdón si ofendo a alguien con las palabras escritas en este capítulo. Mi intención jamás ha sido insultar a ninguna religión o ser mezquina con el lenguaje que utilizo. Estos son los pensamientos de Lilith, y no deben olvidar que Lilith es un personaje mío que es ficticio.
Y ella no quiere ofender a nadie.
Ella los ama.
Y de paso: yo también 😘
Disfruten el capítulo 👇🏻

LILITH

Una hora, eso es todo lo que necesito. Después me levantaré de aquí, y trataré de no recaer de nuevo. Sólo necesito un minuto más; yo sabré cuándo levantarme.

Mamá me concedió dejar de presionarme.

He pasado la última hora hablando con ella, confesándole que he odiado nuestro estilo de vida desde siempre; que le hice algo horrible a Guillermo Suárez: por mi culpa él no volverá a caminar, jamás; que fui yo quien golpeó en la cabeza a Belén con una piedra: nunca más volvió a hablar o a moverse, quedó cuadripléjica; que no fui yo quien se acostó con Juan, esa fue Débora; que estoy segurísima de que fueron los gemelos quienes me enviaron esos mensajes de texto y fotos a media noche.

Le conté todo.

Incluso le confesé que me había gustado haberle hecho daño a Belén y a Guillermo; pero eso ella ya lo intuía.

Cuando le mostré mi celular, con las pruebas de lo que dije antes fue cierto, mamá palideció. Me preguntó cuándo exactamente recibí estas fotos y amenazas, y yo le dije que hace dos días. Me regañó y dijo que debí de habérselo informado desde un principio. Y yo le respondí que, me dio miedo su reacción, que no quería molestarla tan tarde, que no quería ser (otra vez), la razón por la cual su vida jamás tendría un respiro.

No sé porqué, pero después de escucharme decir eso, mamá me abrazó y dijo que era extremadamente fuerte, la mujer más valiente que ha tenido el placer de conocer.

¿Por qué diría eso?

No tengo idea.

Yo no me considero fuerte, tampoco valiente; no como ella piensa. Incluso, me atrevería a decir que soy una cobarde, una mala persona, y una loca. Estoy un poco desquiciada por los medicamentos que jamás he necesitado tomar, pero esa es otra historia.

Será un poco difícil aprender a vivir sin ellos. Por años me han acompañado y sido mis fieles consejeros. Para un bebé..., sería como suspenderle la leche materna, cuando sabe que aún la necesita para su crecimiento. Sé que suena un poco enfermizo pensar así, y que probablemente me esté equivocando demasiado. Pero, considerando quién es mi padre biológico, yo diría que ésta ha sido la epifanía del siglo entre los maniacos.

Al menos, me consuela saber que por ahí anda alguien con peor aspecto mental que el mío.

La alarma de mi reloj de pulsera suena.

Caray, olvidé desactivarla.

A esta hora, me toca tomar mi medicamento. Recordar lo que le hice a ese botecito de pastillas, al cual le tenía mucha fe para determinar mis emociones del día, me hace sonreír.

No es felicidad; está lejos de serlo. Pero sí es gratitud, gratitud hacia mí misma porque... finalmente pude deshacerme de la única cosa que realmente impedía mi desarrollo. Eso, y mi cruz de oro.

Auch.

Admito que me dolió desprenderla de mi piel; pero no había de otra. Era la única manera de romper conmigo misma; al menos, la parte que fingía que podía con todo. Soy humana, no una superheroina. Me pregunto si, así como las pastillas que machaqué en el ascensor, mi collar de primera comunión está en manos de alguien más.

¿Se pueden querer a dos personas al mismo tiempo? [POLIAMOR #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora