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Jeongyeon suelta el brazo de Jihyo, una vez están dentro de la cocina

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Jeongyeon suelta el brazo de Jihyo, una vez están dentro de la cocina.

En vez de quedarse frente su madre esperando por escuchar sus quejas, prefiere oírlas mientras saca el postre de la nevera.

— ¿Tú apoyas a que tu hermana tenga a tal vándala de novia? —Jeongyeon se ríe, ridiculizando las palabras de su mayor.

— Quizá en tus tiempos se veía mal el hecho de que una persona vistiera de negro, no creyera en alguna religión, quisiera estudiar Derecho, tuviera perforaciones en el rostro o supiera argumentar respetuosamente diversos puntos de los cuales no está de acuerdo, pero actualmente a eso se le llama identidad y hacerse respetar. No me impresiona que Mina contradiga tus palabras si no está de acuerdo con ellas, y explique con un buen argumento porque está en desacuerdo. —dice, para después sacar el pastel de la nevera. — Es agradable.

— ¡Te está corrompiendo, Jeongyeon!

— Bueno, me corrompa o no, me agrada que tenga su propia opinión y su propia identidad. Vamos, mamá, a este paso Nayeon va a hacerse monja.

— Es una opción.

— Estoy segura que lo último que va a querer en su vida será ser monja, además no puedes ser una madre tan... digamos antigua. Actualízate.

— ¿Actualizarme?

Jeongyeon asiente con su cabeza, ahora dirigiéndose hasta el mueble de los servicios y poder sacar el cuchillo para cortar cuatro rebanadas de pastel.

Jihyo queda mirando un punto fijo en el suelo sin entender a qué se refiere su menor y aquella mueca fruncida es lógicamente evidente de que no entiende nada.

— ¿Cómo me actualizo?

— No literal, ¿sabes?

— ¿Tratas a tu madre de tonta?

— No, por supuesto que no. Dios, sacas todo de contexto.

— Yo sé que actualizarse es cambiar, no como un aparato electrónico.

— Ajá.

— Bueno, ¿cómo me actualizo?

— Mmh... —Jeongyeon piensa, mientras deja un trozo de pastel sobre el plato. — Pensando que ya estamos en el siglo veintiuno. Sería un gran inicio.

— Solo tengo treinta y nueve años, Jeongyeon.

— Te hace vieja de todas formas, no aceptas la realidad de Nayeonnie. —se encoge de hombros. — Conoce mejor a Mina, a mi me agrada y no necesita agradarle a nadie más en la familia. Solo a ti.

— Es que... tiene perforaciones.

— ¡Una excusa tan ridícula como esa no da buena justificación! Mira que yo también me quiero perforar, y no me vas a echar de casa por eso, ¿verdad?

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