La jaula del bello topacio

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– Entonces, ¿no planeas responder mi pregunta?

Quería ocultarse, los ojos de su padre le provocaban terror de por sí, pero ahora que la lluvia y la oscuridad de la noche era presentes, el miedo que estos provocaban era intensificado.

– No hay nada que responder – Fue lo poco que pudo decir con su boca seca.

¿Era ilusión suya o últimamente su labia desaparecía mientras más tiempo pasaba?
Las palabras para decir le sobraban, pero ninguna salía cuando el quería decirlas. Se sentía como tener la llave de un cofre pero que la cerradura esté oxidada.

– Deberías de estar entrando en casa entonces, tu madre no estaría nada feliz de verte en ese estado. ¿Lo sabes verdad? La razón por la cual ella te entregó a mí.

Quería que él cerrara la boca, no quería escuchar nada más, quería...


En su casa nunca se escuchó lo que él quería en primer lugar, entonces ¿Por qué su terco carácter le seguía dando la esperanza de poder hacer decisiones por sí mismo?


– Aunque claro, eras muy pequeño en ese entonces, estoy seguro de que no recuerdas el rostro de tu madre suplicando de rodillas para que me encargue de ti...

"Cállate, por favor" Su mente no dejaba de repetir aquello, queriendo así no llegar a escuchar lo que su padre le decía.

– Fue realmente patético, ¿Quién sabría que hoy te encontraría en la misma posición que ella en ese día? – El rostro de su padre se acercaba cada vez más, ahora estando a su misma altura por estar en posición de cuclillas frente a él. – Después de todo dicen que la manzana no cae muy lejos del árbol

– ¡YO NO ME PAREZCO EN NADA A ELLA!

– ...¿No son tú y ella unos oportunistas de mierda? – Las palabras eran cada vez escupidas con más asco y odio, Agüero solo quería arrancarse las orejas a este punto para no escuchar ninguna de las palabras soeces que le eran dirigidas.

El sonido de la lluvia llenó lo que por ambos se daba por hecho ser el fin de la conversación, Eduan dando un suspiro solo puso su mano en la espalda del contrario y lo guio dentro de la gran mansión.

Los ojos rojizos e hipidos de Khun no pasaron desapercibidos por las mucamas, pero nadie se dignó a decir ni una sola palabra.

No hay manera de que olvide las cuatro paredes de su habitación, desde que tiene uso de memoria ha sido lo único vigente en su monótona vida

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No hay manera de que olvide las cuatro paredes de su habitación, desde que tiene uso de memoria ha sido lo único vigente en su monótona vida.

Amigos, objetos, familiares, todo ello desapareció de su vida con el tiempo; pero este cuarto sigue estando de la misma manera que antes, sigue atrapándolo y asfixiándolo.

Cuando tenía cuatro años su madre le entregó su custodia a Eduan, actualmente no recuerda nada de ella, solo el tono suplicante con el cual lo entregó y las manos temblorosas que muy de vez en cuando le proporcionaban caricias.

¿Puedo llegar a gustarte? [BamKhun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora