Hoseok era el chico del río. Se la pasaba flotando por horas y horas, solo viendo como el tiempo transcurría a su alrededor... Entonces en una de esas ocasiones le encontré, y fue inevitable el no sentir curiosidad por alguien como él.
Pero había un...
—Necesito saber si desapareceras —mis palabras parecieron una súplica.
Recibir tanta información me tenía confundida, pero lo esencial era saber lo que sucedería con ese ser tan maravilloso.
—Mi destino desde siempre ha sido desaparecer. Yo solo lo aplacé para poder toparme contigo otra vez.
Sus manos tomaron las mías y pude sentir su nerviosismo en el ligero tiemble de estas. Así que desde el principio todo se había tratado de eso. Hallarnos para después perdernos. Sonaba tan triste pensarlo, pero la realidad era mucho más dura.
—¿Y no puedo hacer algo para cambiar las cosas? ¿Cambiar de lugar o salvar a alguien más?
—Todo ya está hecho de una forma, Jihae. Sabía que este momento llegaría y también soy responsable de habértelo ocultado. Aunque me duela, no me queda nada más que aceptar mi destino y agradecer infinitamente por tu precioso corazón que hizo un espacio para mí.
Mi labio inferior tembló. No deseaba separarme de él, pero lo que menos quería era que desapareciera. Podíamos estar alejados por veinte años más o que sé yo, todo con tal de saber que él seguiría por ahí aunque no estuviéramos juntos.
—Debe haber otra forma. Siempre hay otra forma...
¿Si desaparecía qué iba a hacer? De recuerdo tan solo tendría una pequeña piedra que representaría nuestro amor, y aunque había sido un gesto hermoso, pensar en eso hacía que el corazón me doliera.
¿Había alguna posibilidad de que tuviéramos un bebé? Sonaba inmensamente egoísta con mi cuerpo que por tanto tiempo se había negado a esa idea, pero con él era distinto y quería hacer de todo. No importaba lo que hubiera pensado antes, si se trataba de él... todo era bueno. Al parecer notó alguna clase de intención en mi mirada perdida, pues levantó mi cabeza mientras negaba suavemente.
—Nos volveremos a encontrar, Jihae. Estoy seguro de eso —una lágrima se deslizó por una de sus mejillas. Se vio tan frágil, tal vez así había sido siempre y yo no me había dado cuenta—. Yo... te he amado por tantas estaciones. Esto solo será un pequeño respiro para que esté fuera del agua.
Y sus sonrisas eran preciosas, pero aquella que me brindó con sus ojos llenos de lágrimas me caló hasta los huesos incluso más que el agua fría del río.
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