Capitulo I

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El sol iluminaba con todo su resplandor y el cielo estaba completamente despejado, era uno de los días más hermosos que un ser humano pudiera apreciar, pero lamentablemente, justo en este momento parecía una burla. Parecía que la vida se estaba burlando de ellos.

 Mucha gente a su alrededor vestía de negro, lágrimas eran derramadas, y dolorosos jadeos resoban entre la multitud; sin embargo, mucha de la lastima promulgada en ese sitio no iba dirigida a nadie mas que a dos niños que desde ese momento se les había arrebatado la compañía del ser mas precioso que un infante puede tener: Su madre.

Los dos niños iban rezagados en aquella lúgubre peregrinación; sus manos iban entrelazadas y el mayor trataba de sonterse lo mejor que podía, no debía romperse enfrente de su pequeño hermano, no si este aun no comprendía lo que había pasado. Muy por delante de ellos, el ataúd en donde iba su madre era llevado por una carreta de madera adornada con hermosas flores blancas y rojas, y a su lado, como fiel acompañante, estaba su padre completamente destrozado por la muerte de su esposa.

Las personas hablaban, algunos lamentando la muerte, aun que no sentían tanto dolor después de todo, no convivían tanto con esa persona como para llorar. El mayor de los niños escuchaba todo eso, pero presto más atención a una conversación ajena, sus tíos en vez de lamentarse o hablar sobre la muerte hablaban de política como si esto no importara, podrían hablar de política en cualquier momento pero habían decidido discutir justamente en un velorio.

Apretó el agarre de sus manos, estaba molesto por esto, todas las emociones las tenía a flor de piel, todas estaban mezcladas, sentía tristeza, enojo, desesperanza, todavía no podía creer todo esto. Su hermanito sólo lo volteó a ver, sin todavía entender del todo.
El pequeño aún no hablaba, apenas si decía algunas palabras básicas, era obvio era demaciado pequeño para entender las cosas.

- Senjuro todo estará bien - De cierta forma era como si se lo dijera a sí mismo.

La montaña fue subida, llegaron al lugar, al cementerio, era un lugar bonito y macabro al mismo tiempo, su madre sería enterrada aquí debajo de una sombra de árbol, la enterraban ahí por que cuando solían ir al cementerio este lugar le gustaba mucho, decía que la sombra de ese árbol le recordaba aún familiar.

"Creo que si esa persona fuera un árbol seria así" esas habían sido una de las palabras que ella había dicho una vez que fueron. Aun no nacía Senjuro el aun se encontraba en su vientre. "su sombra es tan cálida, cuando sea verano este te taparía y te protegería del sol"

Las lágrimas empezaron a escurrir de su rostro, "Kyojuro ¿sabes por qué hay personas que nacen más fuertes que otras? Pará protegerlas, debes de proteger" recordaba esas palabras como si fueran ayer.

El espacio en la tierra ya estaba abierta, un sacerdote empezó a bendecir y a orar, todos se quedaban callados escuchando las palabras, las cabezas agachadas.

- Queridos hermanos estamos aquí reunidos para despedirnos de una mujer, una mujer fuerte, una mejor amiga, una madre y una esposa, sin duda fantástica, le deseamos lo mejor que Dios la bendiga, ella está en un paraíso en el cual todos terminaremos en algún momento, que en paz descanse.

La lápida ya estaba allí también marcada el nombre las fechas, prácticamente toda la información necesaria estaba allí.
Su madre había muerto por una enfermedad, la muerte se las había arrebatado sin piedad.

Todavía recuerda ese día tan horrible, ella murió ahí acostada en su cama tranquila, tan hermosa que incluso parecía un pecado enterrar tanta belleza en tierra.

- Senjuro dile adiós a mamá - Eso había dicho ese día - Dile buenas noches mamá - su voz sonaba completamente rota y las lágrimas amenazaban con derramarse sin piedad.

El menor aun no podía pronunciar palabra alguna así que lo único que hizo fue mover su manita en forma de despedida, pensando que su madre estaba solamente dormida.

Cuando ella cerró los ojos el mayor empezó a llorar, recargo su cabeza en la cama aferrándose a las cobijas de esta. Unos minutos después, su padre entró, tenía una cara sería, se acercó al cuerpo quieto, agarro la muñeca de Ruka para comprobar si realmente estaba muerta, unos segundos después la abrazo y leves sollosos se escucharon, el se aferraba fuertemente a ella.

Senjuro observaba todo, los veía llorar, se separó de su hermano y se subió a la cama con cuidado, tratando de casi no tocar a su madre para que no se "despertara", se dirigió con su padre y lo abrazo por la espalda, se aferro a este para tratar de darle consuelo, pero lo único que obtuvo fue que lo empujo fuertemente, quitándoselo de encima, El más pequeño se pego levemente contra el piso, al  adulto le dio igual, su hermano mayor al darse cuenta de esto corrió hacia el, lo levantó con cuidado, lo tomó de la mano y salieron del cuarto, ninguno de los dos había entendido el comportamiento que había tenido su padre, jamás había sido así, pero por la situación era normal pero no era un justificante de su acción.

- ¿Estás bien? - Lo empezó a checar, le sobo un poco la cabeza, no parecía que se hubiese lastimado. - No creo que lo haya echo apropósito Senjuro - Abrazo a su hermano y empezó a llorar en su hombro, el menor correspondió el abrazo.

Los dos hombres que se habían encargado de subir el cuerpo a la carroza, fueron ellos los que metieron el cuerpo de la mujer en la tierra aun no tapaban el ataúd.

- Mamá - Dijo el más chico de los Rengoku, era como si se preguntara el por qué estaban enterrando a su madre. Kyojuro pareció entender.

- Mamá ya no regresara Senjuro - Lo miró con tristeza.

El otro se quedó quieto, leves  lagrimas empezaron a formarse en sus ojos.

- Ya no despertará - Se Agachó a su altura, para abrazarlo - Lo siento...

Las lágrimas resbalaban de sus mejillas regordetas, los dos empezaron a chillar abrazándose.
El rubio más chico querría correr ir a abrazar a su madre pero era demasiado tarde, ella estaba encerrada y ya casi enterrada.

La vida suele ser cruel, dejaba dolor, tristeza, penas y sobre todo cicatrices, esta sería la primera cicatriz para esos dos niños a lo largo de su vida.

Algunas personas dijeron algunas palabras antes de enterrarla, su padre se mantenía serio, neutral no demostraba emoción alguna, por último la gente empezó a lanzar flores antes de que le echaran la tierra para que estas fueran enterradas junto a ella. Unos minutos después la gente se empezó a despedir, se daban abrazos besos, se decían un adiós y se empezaban a retirar, tardarían mucho tiempo en volverse a encontrar, algunos de sus tíos se despedían de los pequeños dándoles palabras de consuelo.

Algunos seguían hablando de política, era triste, era peor para ellos que no pensaban en que algún día habrían de realizar este viaje sin vuelta. Igual lo mismo que Ruka. Los trairian en carroza, bien Tumbados pero se quedarían allí para no volver y su acompañamiento hablaría igualmente de política.

Una vez que todos se fueron, la familia Rengoku permaneció allí, parada enfrente de la tumba, el padre dejó unas flores encima de la tumba de su esposa. Ya era tarde.

La vida tenía que continuar, debían de rebasar la muerte para poder continuar, su rutina de vida seguiría igual, no iba a cambiar nada.

Solo ven y quítameloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora