Capítulo 21

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​​​Harold

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​​​Harold

Cuando tenía diez años y la mayoría de los niños de Reynolds ocupaban toda la calzada haciendo carreras en sus bicicletas y monopatines, yo me aprendía libros gordos de Medicina, flora y fauna.

Mis padres siempre esperaron demasiado de mi. Cuando aún no era entrenado en La Academia, pasaba horas y horas aprendiendo aún desde la teoría acerca de las arterias, el cuerpo humano, animales silvestres, plantas venenosas y demás mierdas.

Me aburría aprender sobre biología, no tenía ni puta idea de para qué podía servirme; hasta que conocí a Thomas y a Shawn.

Thomas Arrow era uno de los Siete, pero no cualquiera pues al igual que mi familia, fue uno de Los Primeros y mi primer mentor, para formarme con él viví dos años en Brasil y fui entrenado en sus especialidades junto a su hijo, Shawn Arrow, quien rápidamente se convirtió en mi mejor amigo y compañero de viajes por el resto de su vida.

Mis padres lo contactaron por su gran conocimiento en Herbología y Fitoterapia, porque no se crean que ser un Siete es solo cortar gargantas y presumir de ello, hay mucho más.

Si estás perdido en el medio del Amazonas y debes encontrar el modo de sobrevivir a como dé lugar valiéndote de la naturaleza, debes saber de flora y fauna.

Con los Arrow toda la ñoñería de las flores cobraba otro sentido. Aprendí a hacer remedios que podrían salvarte el culo si estabas en una misión en alguna selva (créanme, suele pasar muy de seguido) e incluso venenos, por si te quedabas sin armas que usar.

Shawn era un ferviente admirador de la naturaleza animal. Se fascinaba observando y hablando durante horas acerca de ello, gracias a él conocí un curioso mecanismo que utilizan muchas especies de tortugas, aves y peces.

Mi amigo decía que gracias a ese mecanismo, logran infiltrar sus huevos en el nido de otros ovíparos, para asegurarse mediante la manipulación que su descendencia se críe sin que ellos tengan que poner el menor esfuerzo.

Los infiltrados, nacen entre los demás como si fueran uno de ellos, acaban con las crías originales sin que la madre lo note y cuando han crecido valiéndose de engaño y manipulación, y ya los huéspedes no pueden saciar sus necesidades, se marchan. 

Son parásitos. — Solía aleccionar Thomas Arrow cuando su hijo nos hacía observar cómo un gordo pájaro cuco, era alimentado con gran esfuerzo por otra ave de un tamaño mucho menor. —La especie no pierde tiempo haciendo nidos ni alimentando a sus crías. Se infiltran y con el esfuerzo de los demás, logran preservar su especie valiéndose de otros.

—¡Son animales horribles!— Había dicho yo en una ocasión.

—No sólo los animales, Harold. El hombre suele manejarse de un modo similar muchas veces. —Me respondió el señor Arrow.

No lo comprendí hasta que mi propia experiencia con los seres humanos, me lo enseñó.

Hay parásitos humanos.

Marina: Lie or DieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora