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Esa mañana Jeonghan despertó gracias a la poca luz que se colaba por su ventana.

Los últimos días había estado despertando así, casi a la misma hora, y debido a que el Sol comenzaba a salir. A pesar de no alumbrar demasiado, la poca luz que entraba a su habitación era suficiente para hacer que se despertara de mal humor y no pudiese volver a consolidar el sueño.

Salió de la cama dispuesto a comenzar con su día, al fin y al cabo, no podría volver a dormir.

Bebió el café de todos los días en su taza de todos los días, aquella taza que Joshua le había obsequiado en su cumpleaños el año anterior. Ese día estaba cumpliendo un año con esa taza, pero no estaba tan contento como para apreciar aquello, solo bebía en ella por costumbre.

Se sentía enojado tan solo con ver aquel recipiente medio lleno, o medio vacío, no importaba realmente.

Una semana atrás, Joshua les había comunicado a él y a los chicos de su viaje a Los Ángeles. Al parecer, su tía se estaría casando y, por supuesto, la madre del extranjero quería que su hijo estuviese ahí.

Quizás Jeonghan estaba siendo muy egoísta, pero más que enojarle, la idea de pasar un cumpleaños sin el menor le decepcionaba. Joshua viajaría a medio día y Jeonghan no pensaba despedirse, porque él había sido lo suficientemente claro con Joshua: "Si te quieres ir, no esperes que te sonría antes de que lo hagas", le dijo.

Su infantil comportamiento había durado una semana y tres días, y no pensaba retractarse.

Joshua pasó todos esos días tras del mayor, comprando cosas que le gustasen, cumpliendo un par de caprichos que Jeonghan ni siquiera pedía, e incluso siendo lo más empalagoso posible, pero Jeonghan se mantenía firme e indiferente.

Un año atrás, en su cumpleaños número veinticinco, después de que Joshua obsequiara la taza beige, le había prometido que el próximo año lo llevaría a un lugar hermoso y harían lo que él mayor quisiera, prometió que dedicaría su día entero a él. Ese día el festejo de su cumpleaños se vio arruinado por las actividades que tenían planeadas, a penas y había podido pasar un rato con los chicos y comer un poco de pastel.

Podría parecer infantil, y tal vez lo era, pero Jeonghan había estado esperando ese día un año entero, soñando despierto con un día lleno de alegría y momentos divertidos, y es que, después de tanto tiempo, sería la primera vez en que tendría por completo libre el día de su cumpleaños. Después de la pésima noticia, Jeonghan se había reprochado el haberse hecho tantas ilusiones.

—¿Sigues enojado con Shua? —Se giró para encontrarse a un Seungcheol recién levantado caminando hasta ponerse frente a él —. Ayer me llamó para pedirme algún consejo. Deberías ser un poco más amable, él lo está intentando.

—Pues entonces que no se vaya. Tan simple como eso.

Seungcheol suspiró frustrado. Era difícil convencer a Jeonghan una vez que se aferraba a algo. Si alguien debía explicarlo, Seungcheol diría que Jeonghan tenía un fuerte apego a Shua.

Desde predebut, Jeonghan y Joshua hicieron click al instante. Quizás era porque Jeonghan no hablaba casi con nadie y Joshua era nuevo, sintiéndose perdido, ambos fueron la guía perfecta para el otro.

Jeonghan tuvo un difícil camino por recorrer. Siempre sentía que los chicos lo dejaban atrás cada vez que su desempeño mejoraba, mientras Jeonghan se quedaba en el mismo lugar. Le era difícil ensayar todo el día porque sentía que su cuerpo se desmoronaría, sus piernas se hinchaban y no soportaba el enorme cansancio que le demandaba.

CUATRO DE OCTUBRE - JIHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora