Capítulo Veinticinco

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La E y C son mentiras

Siento la mirada de mi padre, pero la vergüenza y en parte enojó me impide mirarle.

Mamá toma una bocanada grande de aire antes de empezar a hablar—Claro que me duele lo que su padre me hizo—la miró—y aún sabiendo lo que había hecho con anterioridad, no es alguien pasajera lo sé—de reojo veo a mi padre mirarla se ve mal se ve cómo que en estos días que estuvo pasando la mal y sin dormir—pero no puedo obligarlo a amarme para siempre—a mi madre se les escapa algunas lágrimas—aceptó que yo le pedí el divorcio y no me arrepiento, aunque duela cada uno tendrá oportunidad de amar a otra persona—mi padre aprieta los puños.

No sé que es lo que quiere, mi padre quiere tenerla viendo cómo sale con una mujer por años reteniendola haciéndola sufrir.

—Los papeles los firmaremos una vez lleguemos a Francia lo que quiere decir que en tres días que nos vamos, lo haremos le queríamos decir para que no sientan que les mentimos aún que esto no sea necesario—mi madre nos mira a las dos—las amo, las amo tanto espero acepten esto y lo tomen con calma.

—Lo siento mucha hija—dice mi padre después de unos minutos de silencio, mi hermana se pone rígida en su lugar—yo sé que les costará perdonarme y lamento tanto haber lastimado a su madre por mucho tiempo y que ella haya sufrido en silencio—mi padre la mira, pero mi madre aparta la mirada, baja la cabeza derrotado—espero con el tiempo poder ser lo que éramos antes de mi estupidez—finaliza.

—No podemos obligar a mamá a sufrir más, sé que los dos son inteligentes y saben que es lo mejor—dice Évanie—Daphnée y yo no podemos opinar en esto.

—Si—digo con los ojos llorosos y bajando la mirada—los amo—me levantó de la mesa, Évanie también lo hace—mañana podemos ir a la playa y pasar días buenos, antes de que se vayan—mi hermana me abraza—yo saldré temprano de clase o podría faltar no hay problema—miro a mamá y le sonrió ella me devuelve la sonrisa, pero es algo leve.

—Daphnée tiene razón—segunda mi hermana.

Mi madre se nos acerca—son muy buenas hijas—nos abraza y besa la frente a cada una—iré a descansar—sonríe seca sus lágrimas y entra a la casa.

—No te quedes tanto tiempo afuera—dice Évanie a papá.

Yo también entro y Évanie me sigue, papá sabe que nos queda un largo camino que recorrer para poder ser cómo antes y sabe que lo mejor por ahora es alejarnos. Duele mucho porque nos amamos y estábamos tan unidos, entiendo a mi hermana porque después de un tiempo ella se fue alejando y tomando distancia con todos y más con papá.

—Hay que ser adultas—dice con ironía Évanie.

La brazo unos minutos ella no necesita palabras porque sé que las rechazaría un gesto simple es mejor.

Después del abrazo vamos donde están los abuelos los cuales conversan tranquilos y ríen, nos unimos a la conversación unos minutos después estoy riendo de los chistes malos del abuelo y el apoyo de mi hermana, mi abuela solo se ríe al escuchar mi risa no se si es contagiosa, mis padres cada uno sigue en el lugar en que se quedaron.

En la merienda mi abuela me pregunta que tal estuvo estos tres días seguidos con Olivia, me toca decirles que estuvo genial y que la pase muy bien con ella y su familia. Terminamos de comer y lavó los platos mientras los demás van a la sala de estar a ver una película, justo cuando estoy por unirme se escucha el ruido del timbre.

—¡Gomita!—y llegaron, si Olivia no viene sola junto a ella Adrián

—Deberías de presentarlos a tus padres—dice la abuela mi madre la mira—de antemano te digo que son muy imperativos—ella sonríe—niños locos.

Mi Amor De Invierno (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora