La Torre

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   Los días pasaron y me recuperaba a paso lento. Le comenté a Alfred sobre mi anemia y esto lo hizo sentir aun peor, se disculpó conmigo, pues consideraba que había sido su culpa y en parte lo era. Tenía dos pequeñas marcas rojas en mi cuello que recuerdo marcaba nuestro primer encuentro.

Eran como picaduras de mosquitos.

Debido a mi debilidad no podía moverme mucho, y no tenía la energía para salir los primeros días, de modo que Alfred me hablaba de él con más calma por las noches, yo caía profundamente dormido pasada la media noche y no sabía que era lo que él hacía en ese trascurso de tiempo, esperaba que nada malo, pero al día siguiente era incapaz de preguntarle. No quería saberlo, quizá porque su naturaleza me causaba conflictos, de hecho, pienso que es algo a lo cual no puedes como tomar normal, por muchas películas de vampiros que te veas, no me entendía como Crepúsculo o algo parecido.

Era un vampiro real. Sus ojos no eran hipnóticos y sensuales, eran inquietantes, como si al verte pudiera destaparte el alma. Casi no podía verlo a los ojos, miraba o su piel o sus manos que también eran turbadoras, muy pálidas, como mármol.

¿podía confiar en que no le hacía mal a nadie mientras dormía?

Yo desarrollé curiosidad por él y su historia, pero no me atreví a pedirle que me la contara, tan solo escuchaba lo que brotaba espontáneamente de sus labios, como si deseara saberse vivo, como una necesidad de decir que había existido en algún momento del tiempo.

El me preguntaba sobre la televisión, y se quedaba maravillado con los programas que allí veía, cuando vio el amanecer por primera vez lo hizo en un documental de vida animal, realmente pensé que iba a ponerse a llorar, ya sé que estaba profundamente conmovido.

Me contó que habían pasado mucho tiempo desde que vio el amanecer, o incluso la luz del sol. Yo le creí y pronto no pude evitar preguntarle sobre aquel "amigo" Francis. Me dijo que era francés, y yo estuve totalmente de acuerdo en que lo era.

Francis ... Francia.

El no comprendió mi chiste o mi sonrisa burlona.

— ¿Fue el quien te trasformó? —Le pregunté

El me respondió que no, luego sentí que se sumergió en un silencio, recordando, parecía algo aterrado de querer continuar.

— ¿Es tu amigo? ¿Sigue vivo?

—No lo sé –Admitió. Luego se llevó la mano al pecho – él no me creó, pero pasamos mucho tiempo juntos, Antonio y Gilbert también fueron muy cercanos a mí.

Saber aquello me aterrorizó, es decir que había más vampiros aparte de Alfred y Francis. Todos eran europeos y me cuenta que los conoció por medio de Francis. Yo sospechaba que tenía mucha más historia con ellos de las que me tenía pensado contarme.

Hablaba de Francis como si hubiera sido un maestro en el arte de la vida como vampiro, pero tampoco me brindaba mucha información sobre como terminó enterrado en una montaña hasta el son de hoy.

—Debes de extrañarlos... —Le susurré distraídamente, el me vio en ese instante, capturado por mi percepción y asintió.

—También extraño a mis padres. –Me dijo suavemente – mi padre y mi madre murieron pocos años después de mi transformación...tú, ¿tus padres? ... jamás los he visto.

—Ya no están más aquí —Le dije llanamente. Nos miramos por unos breves segundos, como si intentara reconocerme.

—Lo siento. No tenía idea –Me dijo compungido, yo no dije nada, y pronto deseé dormir porque me sentía debilitado de repente. Entre nosotros un silencio se expandió y no hice movimiento alguno para interrumpir el avance del mutismo.

La melancolía del no vivo | Hetalia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora