07/01/2022

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Soñé que estaban transmitiendo por televisión una serie de dibujos animados antigua, semejante a las caricaturas de Hanna-Barbera de los años 60, cuya trama se centraba en un par de duendes que debían evitar que una niña pequeña fuese raptada por otro duende malo que quería llevársela a un mundo existente detrás del espejo.

El duende malvado era vagamente similar a Jareth de la película Laberinto, aunque tenía el pelo negro y los ojos rojos, además de tener una piel pálida como la de un vampiro. También los duendes buenos de la trama tenían la piel pálida, enteramente blanca, aunque su presencia no resultaba tan amenazadora más que nada debido a sus rasgos caricaturescos y amigables.

Uno de los duendes era alto y delgado, con las greñas alborotadas, vestido con pieles, mientras que el otro era un poco más bajito y regordete, vestido con un traje y sombrero negros.

Ambos duendes eran capaces de hacerse grandes o pequeños a voluntad, y conforme yo seguía viendo la televisión, realidad y fantasía parecían entremezclarse, apareciéndose los dos duendes en mi casa.

Yo les veía ir y venir por las habitaciones, metiéndose bajo las camas haciéndose pequeños.

Por fin, cuando la serie llegaba a su final, la niña debía despedirse de los duendes que la habían protegido: Al momento de su despedida, estos tres personajes aparecían representados como estatuas de piedra de las que brotaban sus respectivas voces; la niña era extrañamente representada por medio de la estatua de un pez.

Una voz aparte, como una narración, indicaba que entre los tres había un nexo que se rompería, y que les permitiría siempre reencontrarse, pasase el tiempo que pasase.

Diario de Sueños y PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora