Capítulo 18

35 9 2
                                    

Capítulo 18

Estaba ya cerca del lugar, me costaba asimilar el hecho de que me hayan enviado a matar a mi propia tía. No lograba procesarlo muy bien. Todo me indicaba que era intencionalmente, y yo, no podía cometer aquello...

Ya alcanzaba a ver el aeropuerto, estaba a pocos metros de distancia, así que observé la hora, y eran las 1:24 a.m.

Adelanté el paso.

Lo que más intranquila me tenía era lo que había dicho Harry, se notaba muy expectante en ese momento y se encontraba muy serio, como habitualmente lo había estado viendo los últimos días, así que eso me escandalizó un poco.

Para cuando llegué al lugar, era la hora exacta, pero aún no la veía. Esperé y esperé, pero mi tía no se hacía notar en mi campo de visión, así que me paseé por el lugar, y allí venía, en mi dirección.

Era ella: mi tía. Aquella que se encontraba en esa maldita lista.

Por un momento esperé que no fuera ella, que nunca llegara, que todo fuera una confusión, un error, pero no, ahí estaba, con su maleta en manos, totalmente serena, sin imaginarse lo que le esperaba.

Tragué fuerte.

Como venía en mi dirección, fuí hacia ella y traté de cambiar mi semblante de espasmo, a felicidad.

—¿Eden? ¿Es enserio? ¡Wao! —soltó, abrazándome fuertemente como si no existiera un mañana. Le devolví el abrazo, —Pero qué bella estás, mira nada más—, continuó hablando, postrando sus manos en mi mandíbula, una vez que dejamos de abrazarnos— ¿Cómo supiste que volaría a Santo Domingo? —Finalizó, con una sonrisa dibujada en su rostro.

No respondí nada, me quedé en un ensimismamiento repentino que no pude evitar, no podía recibir con toda alegría a esta mujer cuando sínicamente me habían enviado a acabar con su vida. Tenía años sin verle, cuando mis padres murieron ella regresó al país para arreglarme papeles y llevarme a vivir con ella a Miami, pero entonces, mi tía Penélope decidió ocuparse de mí sin afán. Solo así, tía Carmen se fue tranquila nuevamente a continuar con lo que se dedicaba en Miami, pero justo ahora, no podía alegrarme el hecho de que esté en el país nuevamente, frente a mí, donde su vida corría peligro, y yo, era su verdadera amenaza.

—Debes irte de vuelta a Miami ya mismo—, solté de golpe, seria.

La miré a los ojos, desafiante.

—Pero... ¿qué cosas dices, Eden? —la confusión y el desbarajuste se apoderó amenazantemente de su rostro.

—Que tienes que irte ya mismo de este país, —desgañité. —No puedes permanecer un segundo más aquí en República Dominicana.

—Pero es que acabo de llegar, Eden, no puedo irme así, sin más. —musitó, con el ceño fruncido— ¿Cómo es que sales con estas tonterías? ¿Te has vuelto loca? —Hizo una pausa y me observó con desaprobación. —No me has extrañado ni un poquito ¿verdad?

Suspiré con frustración.

—No se trata de eso, tía. Te he extrañado todo este tiempo, eres la única que sigue queriéndome de la familia y eso lo aprecio bastante—. Al momento se creó un nudo en mi garganta que no fue al cabo de varios segundos que continué hablando—: pero tienes que irte, es por tu bien, aquí corres peligro, mucho peligro—. Suspiré angustiada—, eso explica el por qué estoy aquí justo ahora—, su semblante exponía que no me estaba entendiendo una mierda. —Tienes que creerme, esto no es ningún juego.

Mi tía se encontraba renuente hacer lo que yo le estaba pidiendo. En ese momento se encontraba paseándose de un lado a otro, desbarajustada, y la entendía a la perfección, para ella era algo ilógico lo que le estaba pidiendo, pero tenía que hacerla entrar en razón, no podía quedarse en el país.

—Escúchame, tía— le exhorté—, vas a comprar otro vuelo de regreso, prometo que en cuanto llegues a Miami voy a explicártelo todo, no tengo mucho tiempo ahora.

—¿Cómo es que corro peligro? No entiendo— soltó, frustrada.

—Voy a explicártelo en cuanto te montes en ese avión y llegues de regreso a Miami—, expresé con cautela. —Ahora, ¿confías en mí, tía?

Asintió, y de inmediato me propinó un abrazo cargado de mucho cariño y sobre todo frustración.

—Ahora debo irme— le dije, con voz débil— fue un gusto verte, tía—. Sus ojos estaban cristalinos a punto del derramamiento de lágrimas, pero las contuvo, así que la abracé nuevamente y me despedí de ella.

Con pasos apresurados me alejé del lugar, había perdido bastante tiempo y aun me quedaba la otra persona de la lista.

Me conmovía el hecho de que mi tía tuviera que irse nuevamente a su país de tal manera, que ella se haya ilusionado al ver que la esperaba en el aeropuerto y que no la recibiera de mil alegrías...

Ahora, no sabía qué iba hacer o decir en la cofradía para explicar esto. Habían dicho en el discurso que quien no cumpliera con lo que le correspondía, entonces tendría que pagarlo. Lo cierto era que no sabía qué me harían o qué iba a ocurrir conmigo a partir de ese momento, pero no me importaba, al menos no fui capaz de quitarle la vida a mi tía.

Volteé a ver hacia atrás pero ya no podía verle porque se había perdido entre la gente. Así que seguí mi rumbo hacia lo que tenía previsto...

Fue entonces cuando mi cabeza formuló las piezas correctas...

La idea había llegado como estrella que pasa fugazmente por el hermoso cielo, que tan pronto surgió la idea, pude rápidamente retenerla:

Lo que había dicho Harry explicaba que, si no podía matar, entonces podía no hacerlo y listo, ya que, según él, nadie podía leer mi mente. Solo así sabrían si efectué la muerte de mi tía, ya que como regresó de vuelta a su país, no sabrían si lo hice o no.

Pero con la otra persona que aparecía en la lista, debía hacerlo, porque era un hombre muy conocido y adinerado, entonces su muerte tenía que hacer eco en los noticieros.

No me costó mucho tiempo componerme ante el lamento que sentía por mi tía y por lo que podían hacerme en la Cofradía, porque eventualmente ya lo tenía todo controlado, gracias a Harry. Lo que no me pasó desapercibido fue en el momento en que él me dijo aquello tan importante, era obvio que había notado mi preocupación al momento de ver las fichas.

Me dirigí hacia la dirección que me indicaba dónde estaba aquel hombre de la lista, debía terminar todo esto.

SUBORDINATE © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora