Yo también

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No podía distinguir bien su rostro, solo matices de su expresión que no alcanzaba a definir. Y los ojos, ojos que brillaban en la oscuridad.

Fue cuestión de un segundo, un instante y Bakugou estaba tan cerca de su rostro. Cerró los ojos, no podía verlo, pero sentía su respiración y los labios perderse entre los suyos.

El silencio de la noche dejaba en evidencia los latidos de su corazón, alterado, emocionado, feliz. Sabía que él la escuchaba, así como ella lo oía a él.

Bakugou olía a limón combinado con un aroma más natural y dulce que se desprendía de su piel y cabello. Sus labios estaban más suaves que en otras ocasiones.

— ¿Ya no estás enojado? — Se atrevió a preguntar, si la había besado era porque ya no lo estaba, ¿no?

— ¿Estás loca? Si, lo estoy. Pero supongo que si me dices que me amas no puedo evitar sentirme así. De todas formas me molesta que no me lo hayas dicho, entiendo las razones pero el enojo no se va como si nada.

Lo abrazó, eso era un avance por lo menos y se sentía feliz. Él no la apartó, apoyó el mentón en su hombro y le murmuró:

— Yo también.

El susurró quedó ahogado en su cabello, y se perdió entre las hebras. Pero ella lo había oído, y era lo único que necesitaba.

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Su celular sonaba sin parar, vibrando bajo la almohada.

Lo tomó y casi se desmaya al ver la pantalla, poca atención le presto a las llamadas perdidas de Mina, el problema era la hora.

—Mierda, joder, la puta madre. ¡Bakugou! Despierta, Dios, Aizawa nos va a matar. — Al ver que el chico no le hacía caso y seguía durmiendo, lo empujó para que la soltara y luego lo aventó al suelo.

— ¿¡Qué mierda te pasa!? ¡Desquiciada!

— ¡Nos quedamos dormidos!

La cara se le descompuso. Otra llamada le entró, era Mina de nuevo.

— ¡Amiga! ¿Estás con Bakugou, no? Dile que se esconda, Aizawa está yendo a la residencia a ver porque ninguno se presentó en clases.

— ¿Dónde carajos me escondo? —Se quejó.

— Cruza a mi habitación por el balcón, creo que ya debería estar por llegar. ¡Apurense! — Dijo Mina a través del celular.

Bakugou desapareció por el balcón, y ella alcanzó a colgar la llamada justo cuando golpearon la puerta.

Abrió, Aizawa le dirigió una mirada juzgadora antes de decir "permiso" y entrar. Miró bajo la cama, le pidió que abriera el armario y le enseñara el baño.

— Profesor ¿qué está buscando? —Se hizo la tonta.

— A Bakugou.

Casi se le cae la fachada.

— Ni idea dónde puede estar, nosotros nos peleamos ayer. Usted lo vio. Debe estar en su habitación.

— Busqué primero en su habitación.

La miraba de tal forma que en cualquier momento rompería a reír y Bakugou la mataría por idiota.

— Realmente no sé dónde está, me acabo de despertar y solo lo he visto en mis sueños. — Lo último estaba demás, pero su bochorno le dio a la situación un poco más de credibilidad.

Aizawa suspiró.

— Que sea la última vez que llega tarde a clase, en diez minutos te quiero en el aula.

Asintió nerviosa, él se fue y a las prisas se metió en el uniforme.

Cuando Aizawa llegó Bakugou estaba sentado en su lugar como si nada hubiera pasado.

— ¿Dónde estabas?

— Me quedé dormido. — Se hizo el enojado, para que el profesor no lo jodiera tanto.

— Fui a tu habitación.

—Habrá sido cuando yo ya me había ido. — Chasqueo la lengua con molestia.

El profesor suspiró, algo no le cerraba. Especialmente porque había muchas miradas cómplices entre un grupito de alumnos. Pero no tenía pruebas de nada.

Como declararse a Bakugou sin morir en el intento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora