1. Let it Snow

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JAXON FORD

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JAXON FORD

—Cancelaron mi vuelo —dijo Jaxon mirando la tormenta de nieve desarrollándose del otro lado de la ventana de su oficina—. La tormenta está muy fuerte por aquí.

Escuchó la respuesta de su madre en el teléfono.

—No, ma, no es por lo que piensas. Realmente está nevando aquí.

Su madre pretendió creerle, y Jaxon pretendió estar bien con eso.

—Prometo tomar el próximo vuelo a casa en cuanto estén disponibles de nuevo.

Su madre le mandó un beso, Jaxon le dio un te amo y ambos colgaron al mismo tiempo. El hombre guardó su teléfono en su bolsillo derecho y descansó sus manos contra la ventana, luego pegó su frente también. El cristal se sentía como hielo contra su piel, pero necesitaba descansar la espalda, tenía 35 años, pero su espalda lo trataba como si tuviera sesenta, quizá era las horas que pasaba sentado, quizá era por lo mucho que se exigía en el gimnasio, cada doctor le decía un motivo distinto.

—Por andar descalzo —decía su madre ante cualquier mal que padeciera. Jaxon sonrió, luego se sintió triste.

Se separó de la ventana y miró su reflejo en ella. Observó su barba castaña que contrastaba por completo con sus cejas y cabello negros, la gente pensaba que se la teñía para cubrir canas, no era así, sólo había nacido con ello; observó sus ojos verdes, tan identicos los de su madre y esa mirada cansada tan parecida a la de su padre. Vestía zapatos lustrados, pantalón de vestir negro, camisa blanca y corbata azul, de nuevo, igual a como vestía su padre.

Cada año te pareces más a él. Decía su madre, y cada año, le cedía la razón.

Se llevó una mano a la cadera, miró al techo estirando la espalda, dejó de estirarse hasta que sintió un satisfactorio tronido. Gruñó por lo bajo y miró hacia la puerta. El edificio entero estaba completamente vacío, las únicas personas que estaban relativamente dentro de las instalaciones eran los cuatro guardias de seguridad vigilando la zona. De ahí en más, sólo estaban él y sus dolencias de espalda.

Vaya navidad. Pensó mirando las luces titilantes en el árbol de navidad en la esquina de su oficina. Eran las cuatro de la tarde del 24 de diciembre y se suponía que Jaxon debía estar camino a Washington, era un vuelo de dos horas a lo mucho, o así habría sido antes de que la tormenta arruinara su plan.

Con la tormenta impidiendo su camino, no le restaba más opción que permanecer en el trabajo. Se le daba bien distraerse con pendientes laborales, cuando trabajaba no pensaba, dejaba de ser un hombre y se volvía una calculadora. Después distraería su mente con una película navideña en su laptop o cualquier cosa.

Miró su taza vacía y decidió servirse café antes de comenzar a trabajar. Con la taza en puño se encaminó a la minicocina del edificio. En su camino, detectó algo por la esquina de su ojo, o más bien, a alguien.

Lo que quiero para navidad, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora