IV

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Algunos años atrás.

—YA NO AGUANTO SE ME VA A SALIR EL PULMÓN– Zenitsu se dejó caer a un lado para no ser pisoteado por los que aún seguían corriendo gradas arriba y abajo.

—Zenitsu, levántate antes de que el maestro Tomioka te vea– Tanjiro intentó levantarlo antes de que Giyuu lo castigara.

—¿NO ME OÍSTE? YA NO AGUANTO, ME QUEMAN LAS PIERNAS Y ME ESTOY MAREANDO–.

—¡Eres un debilucho, esto no es nada para mí!– Inosuke contrario al resto del grupo mantenía su ritmo y sonrisa.

Un pitido mucho más suave de lo normal detuvo a los agonizantes alumnos. Muchos se dejaron caer y otros se mantuvieron por la curiosidad de ver que un pequeño grupo de alumnos rodeaba a Giyuu y lo llenaban de súplicas.

—¡Se lo juro! Está demente el maestro Shinazugawa, quiere volarnos los sesos–.

—Tiene que ayudarnos o reprobaremos–.

—Hace exámenes cada clase–.

—¡Da mucho miedo, no tiene piedad ni de su hermano!–.

De pronto se sumaron más al grupo que se había acercado al asesor estudiantil para pedir auxilio, al parecer el maestro de matemáticas se había vuelto aún más loco y cada clase era un infierno, les dejaba montones de tarea y cada examen era mucho más largo y complicado.

—Están locos si creen que Tomioka podrá hacer algo contra Sanemi, sólo lo harán enojar más– Genya es el único que sabe el motivo de la rabia de su hermano pero de nada serviría decirlo.

Tampoco es que fuera necesario, en algún momento se darían cuenta de que Sanemi sólo se portaba así con su grupo para hacerle a él la vida imposible.

—¡SHH! No digas eso, es nuestra esperanza para sobrevivir, ni a Kanao le va bien en esa clase y es una cerebrito–.

Giyuu dio por terminada la clase, necesitaría valor y tiempo para ir a hablar con alguien con tan mal temperamento. Decidió actuar desde ese momento porque, lo admite, los ojitos llenos de esperanza de sus alumnos preferidos lo conmovieron.

Apenas entrar a la sala de maestros supo que no sería tan sencillo, Shinazugawa ya estaba junto a la impresora con sonrisa de desquiciado y un examen de tres hojas por ambos lados.

—¿No crees que estás exagerando un poco? Tus alumnos se quejan en mi clase y llegan como muertos por dentro–.

—Me importa una mierda tu clase, no me molestes– comenzó a engrapar cada juego de examen con más satisfacción de la que alguien quisiera ver.

—Lo que sea que te tenga en ese estado, no es razón para que atormentes y afectes a todo un grupo–.

Sanemi se detuvo al instante, le irritaba de sobremanera que el señor correcto le dijera qué hacer y le enfurecía mucho más que tuviera razón. Arrugó los exámenes que ya habían salido, detuvo el resto y se marchó haciendo el mayor ruido posible.

Prefirió irse antes de desquitarse con la cara del señor soy demasiado bueno y perfecto para ti.

En las siguientes clases Giyuu recibió agradecimientos por lograr que la clase volviera a ser horrible a los niveles normales de antes, pero pudo notar que Genya seguía luciendo mal.

Se marchaba de la clase sin pedir permiso y al volver tampoco pedía perdón, decidía no regañarlo porque descubrió que iba a las jardineras a dormir y al volver al menos lucía menos enfermo o desanimado.

Eso ya no era algo en lo que pudiera intervenir, los asuntos familiares no son de su incumbencia y mucho menos los de los Shinazugawa.

Mucho menos le apeteció entrometerse cuando se dio cuenta de que Sanemi iba a los árboles detrás del gimnasio y se ponía a golpear hasta que parecía que la irá se le había drenado. Se enteró por Tanjiro que Genya había comenzado a tomar tutorías de matemáticas y supuso que el problema iba por ahí, algo como preferir ayuda externa antes que recurrir a su hermano mayor.

Posiblemente padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora