La lucha

58 11 16
                                    


       No quiso esperar más para contarle a sus familiares que se iria de viaje, tan solo dijo que serían unas breves vacaciones en Colombia, en esos momentos quería poder hipnotizarlos a los dos para poder evitar tantas preguntas lo cual era natural.

Sin embargo, Julián no era ningún niño y sabia cuidarse solo, en situaciones normales, claro. Sus familiares parecían no tener ningunas sospechas sobre lo que le acontecía, imaginaba que era por culpa de los poderes de aquellos aliados de la noche. No sabía quién, ni sabía cuándo, quizá cuando dormía, era imposible determinarlo, pero cuando regreso la noche del ataque, al día siguiente, su tía no reparó en su estado, cosa preocupante porque Julián estaba totalmente descompensado, tanto así que el solo tuvo que ir al hospital, para que revisaran si no tenía algo roto o algún tipo de traumatismo. Por suerte no era así, tan solo una profunda agitación y hematomas en los brazos y las costillas.

...pero con ellos ya informados de sus intenciones no había nada más que hacer, solo esperar, no podía irse así sin más, bueno si podría, pero no se lo permitía. Debía de cerrar todos sus asuntos allí para poder irse tranquilo.

Una de las cosas que pensaba debía hacer, era encontrar a aquel hombre del parque, solo para preguntarle si sabía algo sobre aquella vez que lo encontró, realmente lo encontraba improbable, pero aquella idea se le había metido en la cabeza de tal forma que no podía pasar por las cercanías del parque sin echar un vistazo en el interior de eso.

Estaban en invierno, eso significaba nieve por todos lados y piso resbaloso, no le gustaba el invierno, detestaba el frio, era muy sensible a este. Era la peor estación a su parecer, pero debía soportarlo. En sus búsquedas en el parque no obtuvo un éxito inmediato, de hecho, habló con algunos empleados en ocasiones, pero nadie recordaba a alguien como Julián lo había descrito, habían pasado algunas semanas, seguramente alteró alguna cualidad del individuo, intentó recordar su nombre, pero en vano, no podía recordarlo.

Pensó muchas veces en ese encuentro, pero solo recordó lo que ya sabia y la sensación, dolor y desespero por encontrar sus pertenencias.

Desde lo que ocurrió con Antonio y Gilbert no deseó acercarse más a ellos, la conversación con Francis le había dejado una sensación de recelo y perplejidad. Le había dicho que lo pensara y aunque al parecer el dinero no le caería mal, que bebieran de su sangre se le hacía una idea muy amarga y repugnante. Alfred lo había hecho solo una vez, pero esa vez fue suficiente como no desearlo jamás.

Era como una sensación asfixiante, que solo era aliviada por la de la inconciencia y la perdida de la voluntad, proporcionándole más angustia después, y sin contar con la anemia a la cual se arriesgaba. No. Vender su sangre a unos inmortales con baja moral no parecía ser una opción para él.

En todo caso, en este tema no se detuvo más a pensar, ya que la presencia de Arthur en su cabeza era más que suficiente para poder apartar todas las posibilidades de un plan B. Desde que habló con David, no había sabido más nada de el pero le emocionaba gratamente el saber que tenía la intención de recibirlo.

Lo que le preocupaba era otra cosa...como se lo iba a decir a Alfred, y los demás. Claro que no tenía por qué decírselo ¿o sí? Ya Antonio lo sabía, pero dudaba que algo saliera de su boca.

Solo saldría si él se lo diría.

Los días que siguieron a estos eventos, fueron los más fríos con aquellos pensamientos en mente. En su regreso a casa, paseaba brevemente por el parque, admiraba el lago congelado y luego retornaba lentamente solo para poder observar si podía dar con aquel misterioso empleado. En ocasiones creía ver a Alfred o Francis en la multitud del centro, pensaba eran imaginaciones suyas, pero en ocasiones se encontraba a su mismo mirando a todos lados o sobre su cabeza, buscando a alguna señal. O el motivo de su incomodidad, sin embargo, no encontraba nada.

La melancolía del no vivo | Hetalia|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora