Marco había ido de picnic con sus amigos en un gran claro dentro de la linde del bosque pues era un lugar tranquilo y fresco, teniendo en cuenta que era una tarde calurosa de verano y hacía poco que habían comido. Marco decidió ir a dar una vuelta por el bosque.
—Voy a andar un rato —avisó Marco.
—Vale nosotros te esperamos aquí — le contestó uno de sus amigos.
Él y el resto del grupo estaban descansando en la sombra de los árboles.
Después de estar un rato paseando Marco se topó con un gran árbol rodeado de cuatro piedras talladas con símbolos, le llamó la atención así que decidió rodearlo. Cuando estuvo al otro lado todo se veía igual, pero una parte de él notó algo diferente en el lugar.
—Menuda estupidez—pensó en voz alta, y dio la vuelta para volver con los demás.
Al llegar donde recordaba haber estado comiendo y descansando hacía apenas unos minutos no había nadie. Lo primero que pensó era que sus amigos se habían ido pues lo había recogido todo.
—Una broma ¿enserio? — pensó Marco con desgana.
Pero entonces se dio cuenta de que lo habían recogido absolutamente todo no se veía rastro de los chicos y chicas que habían estado allí hacía tan poco, ni siquiera quedaban las pieles de pipas que había estado comiendo de camino. Esto alertó a Marco, pues sus amigos nuca harían tal cosa. Marco se siguió fijando en los detalles, parecía que los árboles estaban más juntos y que la hierba era más alta y verde, de repente, Marco cayó en la cuenta de que no podía ser el mismo lugar. Aunque hubiera seguido el mismo camino que a la ida o eso creía. Su cerebro seguía buscando algo más razonable que explicara todo y acabó optando porque se había equivocado de lugar, así que volvería al árbol para regresar por el camino correcto. Seguro que los demás lo estaban esperando para irse y esto no sería más que una graciosa anécdota.
A Raden le encanta pasar tiempo en el bosque pues él disfrutaba estar rodeado de plantas, árboles y animales en resumen de la esencia del bosque. De hecho, estaba haciendo un herbolario de las plantas de la zona, donde incluía un dibujo y trozo de la planta seca además de la información. Pero no iba todas las tardes después del colegio al bosque solo para investigar las plantas como creía su padre, Erf, sino que otra de las grandes razones de peso por las que iba, era que allí se escondía uno de los secretos mejor guardados de Raden: El portal al mundo de los humanos, esas extrañas criaturas que al perder la guerra contra ellos se prohibió hasta su simple mención pues según un libro antiguo que leyó Raden, y que estaba prohibido. Hace milenios los humanos, elfos y hadas lucharon por gobernar el mundo. Los elfos y hadas se aliaron, pero tristemente perdieron contra el cruel ejército humano. Como último recurso para evitar su destrucción crearon con La Última Reserva un lugar seguro para las criaturas mágicas y oculto al ojo humano. Lo llamaron El Altiplano.
Marco se puso manos a la obra y empezó el camino de vuelta al árbol fijándose para ver donde se había equivocado, pero al llegar al árbol se encontró con una sorpresa pues a su sombra había un chico de su edad observando absorto una hoja. Marco se extrañó bastante y fue consciente que al estar solos no tendría más remedio que saludarlo por educación.
—Hola — se limitó a decir.
El chico al escucharlo se giró con cara de sorpresa que rápidamente desapareció y fue sustituida por una sonrisa, de esas que se ponen en las fotos.
—Hola–contestó—no te he oído llegar –esto último sonó más a reproche que a disculpa.
–¿Oye por casualidad no habrás visto a un grupo de personas por aquí cerca? –le preguntó Marco.
—No la verdad no he oído a nadie–contestó el desconocido con cara extrañada y un poco preocupado sin llegar a mirarle directamente.
A Marco aquel chico no le daba buena espina algo en él resultaba desconcertante y extraño.
—Una pregunta, ¿qué haces aquí?
Realmente lo que se preguntaba Marco era que hacía aquel chico solo en el bosque, pero contuvo su curiosidad. Pues la senda que había utilizado estaba cubierta de hierbajos, si no la conocías era fácil no verla. Además, era poco transitada.
—He salido a recolectar hojas para un trabajo —dijo el desconocido mientras señalaba una bolsa de cuero llena de hojas, flores y apuntes. Marco tenía que reconocer que tenía sentido, pero algo en su tono de voz le informó que mentía o no era toda la verdad.
Marco le quitó importancia y decidió que era hora de marcharse.
—Bueno me tengo que ir que se me hace tarde–dijo como si tuviera mucha prisa —me están esperando mis amigos, adiós—y se fue.
No pudo encontrar ni a sus amigos ni el camino para volver al pueblo. Tampoco llevaba el móvil encima así que no tuvo más remedio que regresar a al árbol, donde aún seguía el aparecido observando otra planta con el mismo detenimiento y concentración mostrada anteriormente. Esta vez sí que le oyó llegar.
—¿No te habías ido?—Preguntó el desconocido, con cierto tono de sarcasmo y sin girarse a mirarlo.
Marco no contestó, tampoco hizo falta.
—Y entonces ¿Por qué has vuelto? —volvió a insistir.
—No me sé el camino— admitió Marco.
—El camino de vuelta es por allí —le aclaró.
El desconocido había señalado dirección a las profundidades del bosque cuando el pueblo estaba justo a las afueras.
—Los dos sabemos que la ciudad no está en esa dirección–dijo Marco serio y un poco molesto porque le mintieran de forma tan descarada.
—¿Estás seguro?—dijo el extraño sonriendo con cierto tono de burla que hacía destacar sus ojos de un profundo verde.
Marco frunció el ceño
—¿Por qué no iba a estarlo?
—Por nada—se limitó a contestar.
Se creó un silencio incomodo. El extraño siguió recolectando hojas y tomando apuntes y Marco se quedó de pie en silencio.
—¿Como te llamas? —preguntó.
—Raden —contestó sin alzar la mirada del suelo lleno de hojas.
Se volvió a crear silencio, como no sabía que hacer Marco se sentó y se quedó observando a Raden trabajar. Raden se recogió un mechón azabache que se le había caído en la cara y entonces Marco se dio cuenta de que Raden tenía las orejas puntiagudas, y que definitivamente no eran falsas.
—¿Qué eres? —preguntó.
Entonces por primera vez Raden le miró a los ojos de forma desafiante.
—No sé dímelo tú—le retó.
Después de unos segundos Marco contestó.
—Una hada—sonó mucho más convencido de lo que realmente lo estaba.
Raden se echó a reír. Marco nunca había escuchado sonido igual era como una brisa de verano.
—En verdad soy un elfo —aclaró.
Marco no pudo descifrar si estaba bromeando.
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El Altiplano
FantasyMarco es un humano bastante corriente con sus orejas redondeadas y la absurda creencia de que las hadas y los elfos no son más que pura fantasía. Esta idea pronto cambiará. Raden es muy observador le encanta la naturaleza y aprender pero hay algo qu...