Capítulo 14

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Se retiró inmediatamente. Debía mantener la cabeza fría. La ayudó a incorporarse, May estaba totalmente pasmada por sus actos.

—Lo siento. — Kendrick se disculpó sin una pizca de arrepentimiento.

—No lo sientas. —se atrevió a contestar aun en los brazos del deseo. Él sonrió complacido.

—Será mejor que nos contengamos un poco en la ceremonia. —aconsejó. Ni el mismo se veía capaz de contenerse.

May sonrió avergonzada consciente de lo que acababa de suceder. Recolocó su bata, la cual había caído por sus hombros ante tanto movimiento. Moría de ganas de volver a rozar esos labios.

—Casi se me olvida...—murmuró mientras buscaba en el bolsillo interior de su chaqueta. ¿Cómo no iba a olvidar con aquella mujer? ¡Olvidaría hasta su propio nombre! —Esto es para ti. —dijo depositando en las manos de May un paquetito de piel marrón anudada con una fina cuerda. Con curiosidad May tiró de ella para abrirlo. —Considéralo un regalo de bodas.

May quedó maravillada. Era un peinecillo para el pelo, cuyo adorno central era plateado con brillos azules. Lo alzó entre sus manos. Parecían una especie de alas, aunque May no distinguía si eran de pájaro o de mariposa. Sin embargo, le parecía precioso.

—Son las alas de un hada. —aclaró él como si le leyera la mente. Kendrick había notado su confusión al ver su rostro. Observó cómo brillaban aquellos ojos oscuros, se sintió feliz.

La yema de los dedos de May recorrían con delicadeza las terminaciones redondeadas de las alas. Sintió un palpito, ¿Serían una señal a sus plegarías en el lago? Los brillos azules centelleaban en consonancia con la base plateada.

—¿De dónde has sacado algo tan hermoso? —preguntó totalmente maravillada con la pieza.

—Era de mi madre. —contestó estoico. May alzó la mirada hacia sus ojos. Conocía la terrible desgracia de sus padres, que Kendrick le ofreciera un recuerdo así le conmovía por completo.

—No puedo aceptar algo tan valioso. —le dijo susurrando mientras le mantenía la mirada.

—Quiero que lo tengas tú. —insistió mientras cerraba las manos de ella alrededor del peinecillo. —Ahora te pertenece. —May asintió.

—Lo cuidare Kendrick, muchas gracias. —dijo estrechando el peinecillo sobre su pecho. —¡Qué vergüenza! No tengo ningún regalo de bodas para ti. —agachó la mirada azorada. La mano de Kendrick elevó su barbilla.

—Qué seas mi esposa, es el mejor regalo que podrías hacerme. — murmuró sobre sus labios antes de volverla a besar.

Fue un beso mucho más suave y recatado que el anterior, pero estaba cargado de verdadero afecto.

—Será mejor que me vaya para que puedas descansar. —le dijo mientras se obligaba a levantarse.

Tenía que salir de allí para no volver a abalanzarse sobre ella. May estuvo a punto de suplicarle que no se marchara. Pero en lugar de eso, lo siguió hasta la puerta. Kendrick salió de la habitación May lo tomó por la muñeca, cuando él giró su rostro no perdió ni un instante y lo besó de nuevo.

Kendrick la posicionó contra la pared intensificando el beso. La poca resistencia que había podido construir quedó hecha trizas ante la insistencia de May. La elevó separando sus pies del suelo, una zapatilla cayó abandonada en el pasillo.

—No censuraré este comportamiento ya que mañana os casareis. —dijo Alistair justó cuando Kendrick intentaba hacer que las piernas de May rodearan su cintura.

Muerta de vergüenza, May se escondió detrás de Kendrick en cuanto esté la dejó en el suelo. Alistair miró a su primo con una sonrisa pícara antes de avanzar por el pasillo.

Tierra Salvaje | Saga Salvaje I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora