2. Recuerdos felices II

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Advertencia: Los personajes no me pertenecen.

Nota: Disfruto mucho de vuestros comentarios. Me alegra que les guste. No sé si la historia será muy larga, por ahora estoy escribiendo pequeñas escenas que me vienen a la cabeza en relación con el inicio de esta segunda temporada. ¡Mañana es el estreno, aunque en España es el miércoles (me da que no podré esperar)! La historia en principio se centrará en Franco y Sara. Saldrán el resto de personajes, sobre todo las hermanas (las adoro) y Gaby y Andres. Un saludo.

Sara Elizondo se encuentra sentada sobre una enorme roca, escucha relinchar a su caballo, mientas mira una foto antigua que tiene en su mano. El sol cae, el cielo cambia de color poco a poco, para dar paso a una cálida noche de verano. Rojo, naranja, violeta... Adoraba ese lugar. Su historia había empezado allí. La parte más loca y divertida comenzó por una cerca, pero el amor vino después, entre conversaciones y confesiones en ese lugar apartado del mundo; su refugio, su hogar. Pese a lo ocurrido y lo extraño que pudiera parecer, ella sigue acudiendo a ese rincón. Debería detestarlo, como le pasa con la mayoría de las cosas que le recuerdan a él, pero todo lo hermoso que tiene en su vida se lo debe a esos encuentros furtivos entre rocas, hierba y atardeceres. Un templo al que acudir para pedir respuestas.

Vive algo alejada de la casa principal de la hacienda Reyes, con sus hijos, Andrés y Gaby. El terreno consta de tres viviendas principales y la casa de Sara se encuentra apartada por decisión de ella y Franco; más intimidad y tiempo para dedicarse a sus hermosos caballos. En otro tiempo, se veía con mucha frecuencia con Norma, Jimena y sus cuñados... Todo cambió desde que él desapareció; una noche hace cinco años, sin una explicación. Las inseguridades que la dominaron, en otro tiempo, debido a la estricta educación de su madre, volvieron a ella con más fuerza. Evita la vida social y familia, con la excepción de sus hijos y su trabajo.

Ama a sus hermanas y extrañaba enormemente a la alocada Jimena, perdida en sus viajes internacionales. Norma la visita casi todas las semanas para hablar de cosas cotidianas, pero rechazaba todos los intentos de su hermana para sacarla de su zona de confort. No quiere acudir a cenas con hacendados, tampoco a comidas con toda la familia. No lo dice en voz alta, porque se siente avergonzada, pero recela de sus cuñados. Se odia por sentirse así, porque los quiere y sus ojos muestran el mismo dolor que ella siente. Mirar a Juan le duele, porque desconfía y sabe que no tiene sentido. Le duele porque comparten un dolor similar: la pérdida de un ser querido.

Sara piensa en su hijo, tan dulce como Franco, y en su hija, con esos ojos claros, herencia de él... siente que no puede respirar. Necesita inspirar profundamente para volver al presente y calmarse. Mira al horizonte, un fuego que lo ilumina todo. Cierra los ojos y vuelve al pasado.

- ¡Vamos muy lento, mamá! – dijo Gaby, algo exasperada. La niña de nueve años montaba por primera vez en un caballo adulto y su carácter intrépido le pedía más aventura.

Sara, Franco y Andrés se encontraban sobre sus propios caballos a poca distancia de Gaby. El ritmo era muy lento, para acomodarse a los primeros pasos en solitario de la niña. Franco estaba atento por si tenía que intervenir, pero Gaby iba segura y con el porte tan característico de su madre. Sarita cabalgaba al lado de Franco y Andrés iba algo rezagado, vigilando que todo fuera bien.

- No hay que apurarse, mi amor, lo importante es llegar a la meta – dijo su madre con dulzura. Se trataba de una corta excursión, con una cesta llena de comida y todo lo necesario para descansar un rato, alejados del ruido.

- Siempre me dices lo mismo... - se quejó la pequeña.

- Papá, ¿a dónde nos llevan? - preguntó Andrés con curiosidad.

- A un lugar muy especial, donde el tiempo se para y los sueños se cumplen – dijo Franco, mirando a su mujer con una sonrisa.

- Un lugar tranquilo. Comeremos a la sombra y volveremos antes de que anochezca – dijo Sara, muy prudente, pero guiñándole un ojo a su marido. Se acercó a Franco y le dio un beso, seguido de una pequeña caricia en la mejilla.

Andrés conocía a sus padres demasiado bien. Su padre siempre hablaba de sueños y cuentos, su madre era muy práctica... aparentemente, tan distintos, pero eran un par de románticos. Veía las señales de ese amor que no escondían a sus hijos. Gaby estaba completamente concentrada en su tarea, no escuchaba a su familia.

Llegaron a un hermoso rincón, con un conjunto de piedras, rodeado de pasto y flores.

La foto está algo estropeada de tanto llevarla a todas partes. En ella se ve a toda su familia en ese día que tanto recuerda. Una instantánea de poca calidad, porque no tenían a otra persona para sacar la foto. Pasó sus dedos por el rostro de Franco. No sabe nada de él desde hace cinco años. No entiende nada.

Veinte años después. Sarita y FrancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora