Drake.
Los nervios de Aedus se notan a kilómetros, cosa que me causa confusión, pero satisfacción a la vez.
Su pierna no deja de moverse de arriba a abajo, casi no ha comido, y no puede dejar de mirar a sus lados.
Frunzo el ceño y ladeo la cabeza.
—Así que, Aedus, cuéntame —comienzo, pasando la yema de mi dedo por la boca del vaso largo de vidrio. Sí, hemos venido a desayunar, pero la comida que venden en este restaurante no es de mi agrado—, ¿Venir aquí, al mismo restaurante en donde te recogí con la directora, te parece la mejor opción?
—Bueno, tampoco es la gran cosa —murmura—. Además, dijiste que no te apetecía comer en el instituto.
—Es la misma comida, solamente que en diferente lugar —pongo los ojos en blanco y él eleva las cejas.
—Pero es mejor así, ¿No?
—¿Así cómo, Aedus? —bajo la voz, mi rodilla choca con la de él. Y no es accidental.
—Así, solamente... nosotros —también él baja la voz, sus ojos me recorren y sacude la cabeza. Se aclara la garganta—. Es decir, a veces no tolero a las personas.
—¿Pero me toleras a mí? —vuelvo a chocar nuestras piernas—. Yo también soy una persona, también cuento en esa lista, Aedus.
—Sí —habla atropelladamente. No es capaz ni de mirarme fijamente—. Somos amigos, ¿no?
Suspiro pesadamente, quitando mi pierna junto a la de él.
—Sí, claro —murmuro.
Ambos nos quedamos en absoluto silencio. En el lugar no hay mucha gente. Miro a mis alrededores mientras Aedus come en silencio a mi costado. Todo aquí es... brilloso, y costoso. Hago una mueca. No encajo aquí. Eso lo sé.
Regreso mi mirada a nuestra mesa, pensé que todo sería más interesante, pero no fue así. Literalmente Aedus no ha podido hablar claramente, así que se limita a callarse.
Lo miro de reojo, y me doy cuenta de que tiene una pequeña mancha en la mejilla. No se ha dado cuenta, él sigue comiendo tranquilamente.
—Tienes algo aquí —le digo.
Ni siquiera soy consiente de lo que hago, simplemente pude decírselo y que él se limpiara. Pero mis movimientos fueron automáticos; estiro mi mano hasta su mejilla, y con mi pulgar le quito la mancha con tanta delicadeza. Aedus se tensa enseguida y queda más tieso que un palo. Traga saliva, ya que su pequeña manzana se mueve. Aprieta la mandíbula y bajo mi dedo de su mejilla.
—¿Qué sucede, Aedus? —ladeo la cabeza, divertido.
Él clava sus ojos en mí tan rápido que me sorprendo. Mis cejas se disparan y mi sonrisa crece al ver como sus labios se entreabren y sus ojos siguen el movimiento de mi dedo hacía mi boca; limpiandome lo que le he quitado de la mejilla a él.
Aedus sigue sin responder, solamente me observa con atención.
—¿Estás... nervioso por algo? —alzo una ceja.
—Y-yo...
—Vamos, Aedus —río—. Puedes confiar en mí.
Muevo nuevamente mi pierna junto a la de él, rozandolas. Él sigue el movimiento de mi cuerpo y vuelve a apretar su mandíbula.
—Yo...
—¿Sí? —sonrío.
—Yo... —cierra los ojos brevemente, y los abre de pronto—, necesito ir al baño, ahora vuelvo.
Y se pone de pie, desapareciendo de mi vista tan rápido como pudo.
*****
Las clases han terminado, camino de vuelta a casa. Max no vino a clases, de hecho, tengo que ir a verlo. Sigue herido por los daños causados en la pelea.
Enciendo mi cigarro mientras reviso mi teléfono. Mi rostro duele cuando hago una mueca de dolor; una punzada imprevista, pues también a mí me toco golpe por metiche.
Casi se me cae el teléfono cuando vibra inesperadamente en mis manos.
Aedus: Siento si hoy no fue el mejor desayuno para ti.
Detengo mi andar para leerlo. Dejo escapar el humo del cigarro entre una risilla.
Drake: No pasa nada. Ya he tenido peores, créeme.
Sigo caminando mientras espero su mensaje. Noto que escribe, pero no lo envía.
Drake: También siento si te hice sentir incómodo. No es mi don desayunar con personas a las que he conocido días atrás.
Su respuesta es instantánea.
Aedus: Nunca dije que estaba incómodo.
Eso me hace disparar las cejas.
Me detengo en el estacionamiento del instituto para poder responder.
Drake: Bien. Entonces, creo que lo debería de hacer más a menudo.
Aedus: Vaya, veo que no tienes límites ;).
Drake: No, querido. No conoces mis verdaderos límites ;).
El mensaje ha quedado leído, y maldigo por mis adentros por haberle escrito eso. Bueno, también se lo pude haber dicho en persona, eso está claro.
Aedus: Cada día me sorprenden más tus respuestas, querido Drake.
Le doy una calada al cigarrillo y tiro la colilla al suelo.
Drake: No son solo respuestas, querido Aedus. También son hechos.
Vale, eso ha sido realmente estúpido.
Yo hablo de no conocer límites, cuando en mi vida he dado un buen beso o un buen agarrón de manos. Soy un chiste.
Mi teléfono vibra de nuevo en mi mano, estoy dispuesto a leer su respuesta pero algo me detiene.
Algunas voces que reconozco. Puede que haya estado un poco ebrio esa noche, pero no tanto como para no poder recordarlas. No sé su nombre, pero el contexto sí. Es decir, el golpe no fue de a gratis.
—¿De verdad harás esto, Demian? —protesta un chico, recargado en uno de los autos del estacionamiento.
Están dándome la espalda y un auto me cubre, así que me quedo muy quieto.
—No dejaré que todos me llamen así, además, ese maldito se lo merece —replica el que, según, se llama Demian.
—Esto no funciona así —dice el otro.
—Escuchen, bola de inútiles, me pasó por los huevos lo que ustedes piensen o no. ¿Quedó claro?
—Bueno, prácticamente solo te lo puedes pasar por uno —se burlan.
Y estoy por reír fuertemente, pero me tapo la boca enseguida.
Demian lo mira de mala forma.
—Mañana mismo pagará por lo que hizo. Y esta decidido: le meteré una demanda al tal Max de esa fiesta. Esto no se quedará así.
Oh no.
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Rompiendo lo prohibido [borrador]
Teen FictionDrake Sellers, un chico divertido, optimista y torpe. Le gusta salir a fiestas, pasear por parques tranquilamente y estudiar sobre lo que le apasiona. Siempre se mantiene alejado de los comentarios negativos hacia su persona porque solo se enfoca en...