A través de la mirada del Aengel

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-Sólo me importas tú, Erika. Desde el principio y por siempre.

El dulce aliento con el que susurró aquellas tiernas palabras en su oído le atravesaron como un intenso estremecimiento. Casi al hilo de aquella miel, sintió cómo una energía oscura y potente se desataba a sus espaldas y la envolvía por completo como esos inmensos pares de alas negras que se cerraban y la atrapaban contra el cuerpo febril y ardiente de Leiftan.

Pegada a su cálido y amplio pecho desnudo podía sentir cómo los martilleos de su corazón se fundían a los de él en un ritmo acelerado, casi de desesperación. Su respiración agitada le acariciaba el cuello mientras sus fuertes brazos le recorrían el torso y le arrancaban la vestimenta con una voracidad inusitada, con una exasperación animal... que sin embargo se detuvo cuando sólo quedó el delicado conjunto de ropa interior rosa transparente sobre ella y, con una dulzura súbita y contrastante, sus dedos empezaron a recorrer en un mimo su piel desnuda, crispándola a su tacto. Trazando dibujos invisibles que avanzaban con delicado descaro por su cuerpo, fue cuestión de instantes que propagara la incipiente excitación en la muchacha, escalando con mayor rapidez en cuanto se estacionó en sus pechos, provocándola juguetonamente con un movimiento suave y circular alrededor de sus tiernos pezones que sobresalían de la tela.

Un pequeño gemido brotó de manera perezosa de los labios de Erika, recostándose por completo contra él y entregándose en total devoción a aquellas deliciosas caricias que había añorado por tanto, tanto tiempo.

-Volver a saber de Akire me hizo pensar, ¿sabes? Y es increíble cuántas cosas cambiaron en todos estos años... -suspiró ella, inclinando el cuello hacia atrás para alzar una mano y acariciar la mejilla de Leiftan con dulzura mientras se dejaba hacer. - Ni siquiera estoy segura de que los chicos sean los mismos de antes, incluso a veces dudo de que siga siendo el mismo mundo... pero al menos tú sigues siendo el mismo. Distinto, pero... Leiftan. Siempre Leiftan.

De no haber estado pegada a la espalda de él quizás no se hubiera percatado de cómo se estremecía ínfima sutileza, conteniendo de manera brusca el aliento. Incluso sus caricias se detuvieron por un instante, dejando sus manos suspendidas en su lugar, paralizadas.

- ¿... el mismo que se aparecía en tus sueños en aquel entonces? -Su voz, aunque ronca por el deseo, tembló con ligereza por más esfuerzo que ponía en controlarse.

Erika se detuvo unos instantes, reflexionando sobre el nuevo e inesperado curso de emociones en Leiftan al que sus palabras habían conducido con ingenuidad. Luego soltó un pequeño suspiro y, sonriendo con indulgencia, ronroneó:

-Mmmm, ¿nunca mencioné lo sexy que se veía el Daemon de mis sueños?

- ¿Ah, sí? No estoy seguro que esa haya sido realmente tu reacción en ese entonces... -bufó contra su cuello con escepticismo.

La muchacha se volteó con cuidado entre sus alas y sus brazos, buscando intercambiar miradas con aquellos profundos ojos esmeraldas que resplandecían con vehemencia aún en completa oscuridad de su esclerótica. Intensos e imponentes... e infinitamente dulces.

-Bueno, quizás no, pero creo que eso sólo importaría en el hipotético caso de que te quieras hacer cargo ahora mismo de lo que ocurrió en ese entonces... -rió con suavidad, abrazándose a su cuello mientras delineaba sugestivamente con un dedo su clavícula y recorría sus marcados músculos hasta su quijada. - Y es que me has malcriado, Leiftan. Obvio que al principio me he asustado, pero... me temo que me he acostumbrado a que el sexy Daemon me siga hasta en mis sueños... -le reprochó con tono meloso, casi aniñado- ¿te das cuenta, Leiftan? Ahora no puedo evitar ser egoísta y caprichosa y... -se inclinó en puntitas de pie para llegar a rozar sus labios superficialmente- y desear con todas mis fuerzas que el sexy Daemon también me siga si es que me decido a volver a la Tierra para siempre...

A través de la mirada del Aengel [OneShot San Valentin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora