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La primera vez que Minho vio a Donghyuck fue en un parque.

Sus padres se la pasaban trabajando para poder pagar la casa que habían comprado hace menos de tres meses y el par de hermanos se quedaba con el abuelo, ya sea en la escuela o en algún otro lugar donde pudieran hacer tiempo. Y aquel día era diferente porque ambos decidieron tomarse unas pequeñas vacaciones para ocuparlas en familia.

Minho en ese entonces era un remolino y la razón por la cual los adultos cercanos a él tenían canas y estrés acumulado. Demasiado inquieto, juguetón y muy bromista, no había nadie en el mundo que pudiese seguirle el paso sin cansarse o querer golpearlo. Sus amigos eran escasos por la misma razón, así que le sorprendió un poco que el otro niño lo invitara a jugar.

Allí comenzó todo.

Con Donghyuck sentía que no le faltaba nada, era como haber encontrado a su media naranja de la que tanto hablaban en las novelas. Como si todos los malos tratos por parte de otras personas y niños debido a su personalidad extrovertida, hubiesen desaparecido. Desde ese día no recuerda un momento en que Donghyuck no haya estado allí con él. Comenzaron a ir a la escuela juntos, comían juntos, jugaban juntos e incluso asistían a los mismos talleres para no separarse y ocupar su tiempo en otro tipo de cosas. Juntos, por supuesto.

Fueron creciendo como una familia, ambos supieron como ser parte de la vida del otro sin agobiarlo o descuidarlo. Minho sabe que Donghyuck es quién le va a contestar el teléfono cuándo sea, independientemente de la hora o lugar en que se encuentre.

También sabe que él igual lo hará.

Y que si Donghyuck se desmorona, entonces Minho también lo hará.

─Esto es tan asqueroso, Minho ─Donghyuck murmuró, cerrando los ojos momentáneamente. El movimiento en sus cabellos lograba calmarlo un poco.

Minho no respondió, no sabía qué decir.

Todo le había tomado por sorpresa, porque si era sincero, de las mil posibilidades y escenarios que creó su cerebro con respecto a la adopción de Lee Donghyuck, nunca esperó que se tratase de algo tan delicado. Incluso recordaba que a los quince tuvieron esa conversación, ambos pensaban que quizás era la misma situación de la mayoría de niños en los orfanatos; sus padres biológicos son criminales o simplemente no lo querían por otras razones más comunes.

Nunca hubiese imaginado que su amigo llegó a ese mundo de una manera muy injusta y que a él mismo le estaba afectando. Donghyuck no lucía bien y tampoco quería hacerlo, ni siquiera se esforzó en ocultarle la verdad y el dolor en su rostro.

─Quiero desaparecer por un momento... ─murmuró y Minho lo apretó con más fuerza entre sus brazos.

Necesitaba brindarle un poco de tranquilidad, una mínima pizca de estabilidad en la balanza, pero Minho no era bueno en ello y sentía que lo estaba haciendo horrible.

─El universo perdería a su sol.

Donghyuck soltó un ruido similar a una risa cansada.

─La luna no es tan mala, después de todo.

Minho se alejó unos centímetros para arreglar el cabello desordenado y largo que caía por la frente y ojos de su mejor amigo. Bajo estos últimos habían ojeras y una suave línea roja que le daba entender que había llorado hace poco. Se sintió impotente por no poder hacer algo para ayudarlo, pero a la vez también comprendía la situación. No es algo que puedas digerir y superar de un día a otro, necesitaba tiempo y mucha paciencia.

─Crecí en una mentira, Minho ─la voz se escuchaba débil y rota─. Las personas que más amo en el mundo se atrevieron a mentirme de esa manera. Lo entiendo, sé que la situación no es tan fácil de explicar, mucho menos a un niño o adolescente, pero aun así me siento muy defraudado e inseguro.

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