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Por San Valentín

Nunca había sido muy partidario del día de San Valentín; especialmente desde que aceptó salir con Kikio Tama por esas fechas. Salieron juntos durante cerca de siete meses antes de romper. Fue una ruptura dura, dolorosa y terriblemente estresante. Kikio no lo dejaba en paz ni un solo instante, insistiendo para que volvieran a estar juntos, pero él sabía que ella lo engañaba. Siempre lo engañó con otros hombres: con el delegado de la clase, con el presidente del consejo estudiantil, con los chicos del equipo de fútbol, con su amigo "gay", con su vecino. No entendía que siguiera siendo tan insistente. Jamás volvería a salir con ella.

Una de las dos grandes razones por las que cortó su relación con ella fue descubrir que le ponía los cuernos y desde el primer día prácticamente. Todo el instituto se estuvo riendo de él, sabiendo que Kikio le tomaba el pelo, y nadie le dijo absolutamente nada. Ojalá se hubieran divertido mucho con el espectáculo. Por suerte, con el nuevo año, y último curso de bachillerato, llegaron nuevos alumnos entre los que encontró a su mejor amigo en la actualidad y la segunda gran razón para cortar con Kikio Tama.

Kagome Higurashi con su hermoso cabello azabache rizado, su brillante mirada y su cautivadora sonrisa llamó su atención y la de otros muchos chicos desde el primer día de clase. Provenía de otra provincia de Japón, era nueva en la ciudad, y no conocía nada. Fueron muchos los que se ofrecieron a mostrarle la ciudad con malas intenciones, pero él no pudo hacerlo al estar emparejado. Un mes después, descubriría las infidelidades de Kikio, aunque ya era demasiado tarde para acercarse a Kagome. Ella ya tenía su grupo de amigas, ya había salido con varios chicos del instituto a los que había rechazado, y ya no parecía tener ningún interés en conocerlo.

Bajó las escaleras de un salto, y corrió hacia la cocina, donde lo esperaba su café, su zumo de naranja y sus tostadas. Su padre estaba muy abstraído leyendo el periódico de ese día, y su madre tarareaba mientras recolectaba todo lo que necesitaría para preparar la comida. Él se sentó a comer, sin poder dejar de suspirar.

— ¿Se puede saber qué te sucede, hijo? — su padre dejó de lado el periódico — Tus suspiros me desconcentran.

No contestó. Su madre dejó lo que estaba haciendo inmediatamente, rodeó la mesa y le puso las manos sobre los hombros.

— ¡Qué tonto eres a veces Inu No! — exclamó — ¿No ves que está enamorado?

Se sonrojó intensamente, y se le escapó la tostada de entre los dedos, cayendo dentro de la taza de café.

— ¡Enamorado! — exclamó su padre asombrado — ¡Ya era hora! Pensaba que nunca ibas a superar lo de la fresca...

— ¡Inu No!

Su padre se cayó cuando su madre le lanzó con la mirada una pulla silenciosa.

— ¿Y cómo es? — le preguntó su padre — ¿Está buena?

— ¡Inu No! — volvió a reprenderlo su madre.

— ¿Qué? — se quejó su padre — Solo intento hablar como lo hacen ellos... — masculló — Bueno, está bien. — se cruzó de brazos — ¿Y cómo es la joven?

Sus padres no pararían hasta que él dijera algo que alimentara sus ansias por meterse en su vida una vez más. Decidió darles el gusto para poder terminar cuanto antes.

— Es perfecta...

Los dos lo miraron y sonrieron.

— Tenías razón, Izayoi, está enamorado. — suspiró — ¡Qué recuerdos de nuestra juventud! Éramos tan tontos...

— Tú lo sigues siendo. — se burló de él — Mamá, ¿por qué te casaste con él?

— Con el tiempo, irás aprendiendo que a veces hay que conformarse con lo que la vida te da.

𝑷𝒐𝒓 𝑺𝒂𝒏 𝑽𝒂𝒍𝒆𝒏𝒕𝒊𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora