Los Señores de Gondor.

Si Boromir viviera...

El amanecer de Gondor se reprodujo en la mente de Aragorn; la Torre Blanca resplandecería a su regreso, proclamándose que los señores de Gondor estaban en casa.

Desfilarían frente a sus hombres, valerosos compañeros de batalla, quienes los recibirían entre alabanzas y guirnaldas, derrochando libertad.

Denethor y Faramir esperarían por ellos con los brazos abiertos. O por lo menos Faramir, quien contento y gustoso recibiría el abrazo de su querido hermano mayor.

Boromir descendería de su caballo, su melena rubia al viento una señal sobria de victoria. ¡Vencimos!, se le oiría gritar a los cuatro vientos mientras abrazaba a sus familiares.

Efusivo, y cegado por la excitación del momento, lo tomaría en brazos a él también, decretando el retorno del Rey. Entonces todos se inclinarían ante su ansiada presencia, derrochando la cerveza y el pan para su alabanza.

Si Aragorn supiera... delataría el corazón de Boromir, abandonando la estancia combinándose con la oscura noche para apreciar la bandera al alza, brillante como la luna misma, ondeando suave en sincronía con el abombado de su pecho.

Aragorn lo vería como una silueta, un alma taciturna en búsqueda de lo que ya no está perdido, pues sus latidos, furtivos, escaparían hasta colisionar con los suyos.

La Ciudad Blanca sería testigo: el destinado y el hombre del destino subyugados a pasiones altas como la marea de la luna, vibrante, elocuente. Dos almas aunadas por ser y tenerse.

Si Boromir viviera...