4. Dolor II

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Advertencia: los personajes no me pertenecen.

Nota: ¿Qué les ha parecido el inicio de la temporada? Tiene un tono distinto, pero puede tener mucho potencial. Eché mucho de menos a Franco y más escenas de Sarita, Jimena y Oscar. Sara siendo el sustento de Norma es lo mejor. Les dejo otro pequeño capítulo, espero que les guste.

La desgracia vuelve a caer sobre la familia Reyes Elizondo. Sara escucha las palabras de su hermana y la acompaña en este momento de incertidumbre. Los mellizos están en la cárcel, los mantienen detenidos porque la policía sospecha de una posible relación con el asesinato de un antiguo profesor de Erick y León. Norma abraza a Sarita con mucha fuerza y no es capaz de contener el llanto. La familia, salvo Jimena y Óscar, se encuentra reunida en la sala de la casa de Juan y Norma, intentando entender lo ocurrido. Creen en la inocencia de los chicos; los mellizos son unos alborotadores, unos pícaros, pero no unos asesinos. Sara tiene una extraña sensación que no comparte con el resto, la certeza de que alguien está intentando destruir todo lo que ama.

Necesitan descansar y reunir fuerzas para mañana. Andrés y Gaby se encuentran fuera de la casa esperando a su madre. Sara le da un beso tierno a Norma, antes de abandonar la casa. En el camino de regreso a su hogar, no deja de pensar en cómo se encontrarán sus sobrinos. Deben encontrar la manera de sacarlos de la cárcel lo antes posible, entiende el temor de su hermana por lo que les puede pasar. Andrés está inquieto, ella sabe que las palabras de Juan le han dolido mucho, nombrar a Franco como si nada hubiera pasado... No valen los "y si él estuviera aquí", él no está con ellos y no volverá. Gaby no reacciona, su silencio le produce angustia. No hablan en todo el recorrido.

- Intenten descansar – dice Sara a sus hijos. Les da un tierno abrazo y los ve subir a la planta superior.

Ella se queda un rato en la sala y decide salir a respirar un poco de aire fresco porque no tiene ganas de dormir. Las estrellas se ven hermosas desde la parte trasera de la casa, tiene un terreno amplio con árboles y flores bien cuidadas. Siente el cuerpo agotado después de todo lo ocurrido en el día de hoy. Sabe que no debe, pero se tiende sobre la hierba para contemplar el cielo. La mayoría de las luces de la casa están apagadas y la luna en fase menguante permite observar las estrellas. Este es su momento, nadie la ve, nadie la escucha. Se permite llorar y dejar salir su dolor. Llora por sus sobrinos, por su hermana y por Franco. Echa de menos a Jimena.

No teme resfriarse. La razón por la que considera un error tumbarse en ese lugar es otra y tiene relación con él. Decidieron la ubicación exacta de su hogar, una noche, hace más de veinte años, después amarse en ese rincón y lo sabe porque decidieron colocar cerca una referencia que solo tuviese significado para ellos: una piedra.

Franco y Sarita se encontraban abrazados sobre una cama improvisada, que únicamente consistía en una vieja manta, los cubría otra de menor tamaño y disfrutaban de su compañía. Estaban desnudos, se besaban y acariciaban. El plan era montar una tienda de campaña, pasar una noche a la intemperie, solos, alejados de los proyectos de construcción de sus hermanos. No imaginaban una noche tan calurosa, un cielo tan despejado y un final como aquel. Estaba claro que no eran las personas más convencionales para elegir donde hacer el amor. Después de un apasionado beso, Sara se separó y colocó la cabeza en el pecho de su marido.

- Eres una loca, Sara Elizondo – dijo Franco con picardía.

- ¿Yo? ¡Será descarado! – Sarita se separó fingiendo un enfado que no sentía.

- Usted no se escapa – dijo su marido agarrándola firmemente de la cintura. Las cosquillas eran la debilidad de Sara.

- ¡Para, bobo! – gritó Sarita entre risas.

- Es un lugar precioso, ¿verdad? – La voz de Franco trasmitirá serenidad y esperanza.

- No he visto nada igual – dijo su mujer.

- Creo que vamos a construir una casa justo aquí. Sí, estoy decidido.

- ¡Ya tenemos una casa! – Sara se sentó y se quedó mirando perpleja a su marido.

- Es demasiado grande, tiene demasiados empleados y no la hemos construido nosotros. Tiene una historia que no me pertenece – dijo Franco, intentando transmitir lo que sentía a su mujer.

- Te entiendo -. Sara piensa inevitablemente en Eduvina Trueba.

Vuelven a tumbarse el uno al lado del otro con las manos entrelazadas y mirando las estrellas.


Sara deja de llorar e intenta no recordar. Se cabrea porque no es capaz de olvidarlo después de cinco años de ausencia. Necesita ser más fuerte, ser el sustento de su hermana y una guía para sus hijos. También debe recordarse que no está muerta y ser algo más que un fantasma.

Veinte años después. Sarita y FrancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora