Parte II - Capítulo VII

573 36 2
                                    

Alexandra

Cuando desperté el sábado, estaba sola y desnuda debajo de los edredones. No tenía idea de cómo había llegado ahí, pero sospechaba que Aiden se había dado el trabajo de arroparme antes de irse. Tenía leves recuerdos de sus labios sobre los míos, despidiéndose en medio de la madrugada. No tenía idea de cuánto tiempo se había quedado luego de que mi cuerpo colapsara en un sueño poco habitual, pero que se diera el trabajo de arroparme, trajo sensaciones demasiado cursis para explicar en mi estómago.

Los siguientes días pasaron de una forma muy parecida. Aiden se escabullía en mi habitación un rato antes de que llegara de mi entrenamiento en All Stars para que nadie nos viera llegar juntos y luego se iba a eso de la medianoche. Aprovechábamos nuestro tiempo para hablar, tontear un poco, y por supuesto, tener más sexo y tentar a la suerte, comprobando cuánto podrían aguantar las paredes antes de que Tammy terminara escuchándome a mí y a mi estruendo.

Ningún mensaje volvió a llegarme, y a pesar de que intenté enviar unos de mi parte, seguía bloqueada. No tenía idea de qué había pasado que de pronto el acosador se había olvidado de mí. Al parecer, solo quería que Aiden y yo nos alejáramos para dejar de molestarme, lo que decía mucho de su extraña obsesión. Era casi como si supiera que jamás estaría con él, pero al mismo tiempo tampoco quería que estuviera con nadie más.

Durante toda la semana había pospuesto pensar sobre mi hermano y su actual estatus de rey del lado sur en todas las maneras incorrectas. Mi cerebro todavía no podía procesar quién era en realidad mi hermano, y que esa era la razón por la que me había dejado sola en esa casa de locos luego de ser mi único aliado. Entre más pensaba en ello, más pensaba en qué jamás podría perdonarlo por esa traición, y que probablemente a él tampoco le importaría, igual que al resto de mi familia.

Al menos, mientras tuviera a Aiden, tendría un lugar feliz en el que divagar cuando los pensamientos depresivos me asaltaran, pero entre más lo hacía, más me asustaba el entender que esto no duraría por siempre. No tenía idea de qué sería, pero tenía el presentimiento de que esto terminaría mal, y entre más me enamoraba y entre más segura me sentía junto a él... más fuerte sería la caída, y tenía miedo de que esta vez no supiera como levantarme.

El lunes antes de la escuela me levanté temprano para evitar a mamá y sus comentarios malintencionados. Me encontré con Tammy en el desayuno, leyendo el periódico del día anterior, porque Sylver Valley tenía que ser la única ciudad que aún tenía periódicos locales.

—Buenos días, duende. Estás temprano despierta.

—Sí, no podía dormir, así que preferí bajar a desayunar —mentí, porque la realidad era que quería desayunar sin que alguien seleccionara cuidadosamente qué podía comer y qué no.

Tomamos desayuno mayormente en silencio, con Tammy ocasionalmente comentando acerca de alguna noticia bizarra, que nunca faltaban en esta ciudad, y por suerte, cuando mamá y papá bajaron a desayunar, yo ya estaba terminándome mi leche de almendras.

—Alexandra, ¿qué te dije sobre la leche de almendras? ¡Tiene demasiada grasa! ¿Por qué no tomas leche normal?

—Ya te dije que estaba intentando cortar los productos animales de mi dieta, mamá —rodé los ojos. Generalmente no le respondía a mamá, pero ya comenzaba a hartarme.

Me gustaba estar junto a Aiden y que me obligara a comer hasta que estuviera realmente llena, por lo que soportar las estupideces de mamá se estaba volviendo más y más difícil.

—Quiero que te peses, Alexandra.

Intenté concentrarme en lo poco que quedaba de mi leche y no decir nada, esperando a que mamá lo dejara ir.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora