Capítulo 13. Frente al diablo.

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     — ¡Ronald!

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     — ¡Ronald!

     Cerró la puerta con seguro.

    Se miraba asustado, angustiado y furioso, todo mezclado. Era difícil ver a Ronald tan fuera de su imagen temple. Mi corazón se hacía añicos al verlo tan frustrado y perdido.

     —Ronald... hijo.

     La cara de Ronald se retorció al escucharlo hablar, se dejó caer al suelo contra la puerta y yo me hinqué a su lado.

     —No quiero verlo, Aurora —susurró con una respiración entrecortada—. No quiero.

     Toqué su cabeza, necesitaba calmarlo.

     —Tranquilo, aquí estoy. Yo puedo hablar con él.

     —No —me tomó de mis brazos—. No, no salgas, se cansará de esperar y se irá.

     Sacudí mi cabeza.

     —No quisiera ser insistente, pero por algo está aquí, Ronald, habla con él, sé que podrás con esto... —acaricié su rostro—. Eres valiente y esto no es nada para ti.

     Me observó, el mar en calma en sus ojos ahora era una tormenta llena de turbulencia, implacable e incontrolable.

     —No sé qué haré si hago eso, todos esos malditos recuerdos con él me están acribillando la cabeza.

     Asentí.

     —Sí, entiendo, Ronald. Pero hay momentos en la vida que tenemos que enfrentar nuestros peores miedos para superarlos, tu padre es uno de ellos, demuestra tu valor y tu madurez ante esta prueba.

    —Aurora...

    Lo abracé.

     —Estarás bien.

     —Ronald, por favor ábreme la puerta, hijo.

    Sentía su cuerpo tensarse cuando escuchó de nuevo la palabra hijo, en verdad estaba aterrado, ¿Desde cuándo nadie lo llamaba de esa manera? Prefirió olvidar que alguna vez tuvo familia para convertirse en un tipo solitario. Pero al indagar en su pasado, me encontré con la sorpresa de que tiene un padre millonario de muy mal carácter que él recordaba como el mismísimo diablo.

     —Voy a ponerle fin a esto —declaró y se puso de pie.

     Asentí orgullosa de su decisión.

     —Y aquí estoy —le aseguré—. Apoyándote, no estarás solo.

     Ronald se preparó por un momento, cerró sus ojos y los apretó para después dar un suspiro largo. Se dio la vuelta, quitó el candado y abrió la puerta. Miré rápidamente que su padre estaba por cruzar la calle, se había dado por vencido el muy cobarde—justo lo que Ronald dijo—fruncí mis ojos ante eso ¿Cómo pudo haberle hecho daño a su propio hijo?

2º COLISIÓN: para siempre te protegeré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora