Capítulo 12: "Viejo amigo"

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Extrañamente, Sam guardó silencio mientras le contaba sobre las notas que había recibido recientemente.

Sus ojos estaban muy abiertos, su pequeña boca estaba entreabierta, sus labios rojizos un poco rellenos se movían queriendo decir algo pero las palabras no salían a través de ellos.

Unas náuseas me invadieron a medida seguía hablando, sentí como mi bilis subía por mi garganta y sin poder evitarlo salía disparada a través de mi boca, teniendo un cálido encuentro con el suelo de nuestra celda.

El cereal de esta mañana se encontraba frente a mi, burlándose de mi poca resistencia al estrés.

Sam se apresuró a tomar una toalla para colocarla justo donde había desparramado todo mi desayuno, dicha acción fue inservible ya que todo lo que pude hacer fue seguir vomitando.

—Creo que deberíamos ir a la enfermería —. Habló Sam, quién se notaba en su mirada preocupada estaba aturdido con todo lo sucedido.

—Estoy bien —Dije neciamente —. Es solo, todo esto, me tiene mal, últimamente he estado muy estresado y mis vómitos se deben a eso, no debes preocuparte.

Pero mis palabras no parecieron convencerlo ya que se levantó de su asiento y tomó mi mano obligándome así a levantarme y salir de la celda.

Me ofreció un dulce de menta el cual acepté gustoso pero a menos de un minuto de haberlo metido a mi boca salió acompañado de más vomito, con el suelo del pasillo dándole la bienvenida.

De pronto, un dolor de cabeza me invadió, las náuseas seguían y a pesar de hacer el esfuerzo por vomitar nuevamente nada salía de mi, solo un  sonido gutural al querer descargar mi estómago ya vacío.

Los guardias lucían muy disgustados al haber presenciado mi espectáculo, nos dieron una mirada que reflejaba nada más que asco y uno de ellos se dirigió a mi, hablando muy fuerte, casi gritando. 

—Limpiarás los baños por una semana si continuas ensuciando los pasillos.

Sam iba a hablar pero lo detuve, golpeé su brazo y le resté importancia con mi mano. Estúpidamente creí que por una vez en su vida, aunque sea una vez, Sam obedecería a una de mis órdenes, y procedió a abrir su boca.

—Vamos a la enfermería, no se siente bien—. Habló viendo al guardia -de quién había olvidado el nombre- cuya expresión era el cansancio puro.

Entendía que había estado despierto toda la noche, tenía que hacer guardia y a estas alturas el pobre hombre estaba exhausto, pero no le daba derecho a ser grosero.

El guardia suspiró fuertemente y desvió la mirada a su hombro izquierdo mientras alzaba el brazo derecho para presionar su comunicador, y pedir que llegara alguien a limpiar el pasillo.

Seguimos andando unos cuantos pasos más hasta que paré, Sam me miró entre enojado y preocupado.

—Ya me siento mejor, mis vómitos van y vienen, no debes preocuparte, es todo el estrés por el que estoy pasando —Inhalé y exhalé profundamente mientras sentía náuseas de nuevo.

—No creo que sea irrelevante. Vomitar no es algo por lo que no debas preocuparte, Louis. Hay algo que no está bien y tu cuerpo te lo hace saber, por eso vomitas —Parpadeaba un poco rápido.

Hacía eso cada vez que se sentía agobiado, su respiración aumentaba de velocidad, y fruncía su ceño más de lo normal, Sam era un poco raro.

Ignoré su comentario porque no quería empezar una discusión con él, mi plato estaba lo suficientemente lleno como para añadirle algo más, y no quería estar solo, no podía enojarme con Sam.

Cautivo en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora