Espada de Khrysos

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Las flores cautivaron todos sus sentidos. Era sublime, no había otra palabra para describirlo, sin embargo sabía de antemano que todas ellas formaban parte de una trampa letal para aquellos transeúntes que no estaban inmunizados.

Cultivadas y plantadas con mucho recelo por todo el sendero se erguían orgullosas por su belleza, eran las auténticas y mortíferas Rosas Diabólicas Reales del décimo Santo, que, amenazantes se dejaban ver desde la salida de Acuario.

Embelesado Mu subió las últimas gradas hasta llegar a la entrada y observó los pilares principales del templo de piscis cubierta con floridas enredaderas que bloquean el acceso.

-Solicitó permiso para transitar por aquí. Soy yo, el primer guardián, Mu de Aries -pidió sereno y aguardó un momento. Sin recibir respuesta verbal las enredaderas se alejaron para cederle el paso, descubriendo así la entrada.

El carnero no dudó e ingresó mientras las plantas volvían en posición original. De repente, una de las pocas raíces que sobresalen sobre el piso se movió con dirección a la salida, Mu lo entendió y la siguió por el sendero trazado mientras curioseaba la zona.

El doceavo templo era bastante iluminado en comparación con los demás, incluso el suyo. En su interior se levantaba un exótico invernadero adornado con cuadros rococó colgados en las paredes, y por el ancho del pasillo se levantaba una colección de magníficas estatuas de puro mármol de tamaño real. Mu simplemente no los pudo ignorar, todas esas estatuas estaban muy hechas, eran detalladas, atractivas y hermosas.

En poco tiempo empezó a perderse en las figuras que aparecían, en especial en las estatuas de las mujeres semidesnudas que abundaban por todo el salón. Sus ojos verdes inevitablemente se posaron sobre las que mostraban uno o dos pechos expuestos, estrechas cinturas y otras en completo traje de Eva que posaban risueñas entre las flores en diferentes poses, y pese a su desnudes, no se veían vulgares ni grotescas. Por más que el Santo no comprendía mucho del mundo artístico, estaba ahí apreciando.

Al fijarse en aquellas esculturas femeninas despertó en él una profunda y dormida curiosidad del pasado. Su mente lo trasladó ante un borroso recuerdo en la India: tal vez si no hubiera terminado accidentalmente drogado hubiera inmortalizado mejor sus cuerpos para compararlas con las presentes estatuas, pero en cambio, solo recordaba la burlesca cara de Shaka riendo y cuidando de él en todo momento mientras se recuperaba de los efectos.

-¿Realmente son así? No...me fije muy bien -susurró para él mismo al inclinar la cabeza hacia un lado y ver los delicados detalles en la pelvis de cada una al pasar, pero al darse cuenta de que sus pensamientos iban más allá de una simple comparación con simples dibujos anatómicos, sintió sus orejas arder de la vergüenza, fue entonces que desvió la mirada sobre una estatua masculina la cual lo hizo sentir más tranquilo al estar plenamente familiarizado con esa clase de anatomía.

Al salir en el otro extremo del templo, la raíz que lo guió volvió a su sitio original, alrededor de un pilar, revelando por encima de la misma grandes y hermosas rosas de un blanco inmaculado.

Esas rosas desprendieron un perfume que invitó al Santo a acercarse. Mu caminó hacia ellas retirándose el casco de Aries para sostenerlo contra su cintura completamente seducido.

-Gracias por guiarme hasta aquí y mostrarme esto -le dijo a la raíz al terminar de esconderse entre ellas y miró a las rosas blancas- .Ustedes deben de ser el orgullo de Aphrodite.

El rosal en toda su pompa provocaron que las facciones del ariano se relajaran más, y Mu, al notar los pétalos aterciopelados no se resistió mucho. Extendió sus dedos hacia una de ellas para tocarla: eran suaves como la seda y como un niño emocionado e impaciente al abrir un regalo continuó.

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