Capítulo 12.

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Derek.

Alguien toca la puerta de mi habitación.

—¿Hijo, puedo pasar?

—Sí, viejo.

Mi padre entra y me ve exasperado.

Nunca le ha gustado que le diga viejo.

—¿Qué sucede?—Le pregunto antes de que me dé un sermón.

—Bien, quería preguntarte algo.

—Adelante.

—¿Qué sucede contigo y Layla?

Volteo a verlo un momento.

—No sé a qué te refieres.

—Bueno, Layla tiene semanas que no viene aquí, hace semanas que no has hablado de ella, hace semanas que estás de mal humor y hoy estabas muy enojado después de hablar con ella.

«¡Mierda!»

—Espero que hables.

—De todos los temas, de los que puedes hablarme, escoges este.

—Sí. Porque tú estás enojado desde que salimos de ahí, tanto que no paras de maldecir, azotar la puerta y aventar las cosas.—Me rasco la nuca.—¿Se pelearon?

No va a dejar pasar el tema.

—Sí.

—Derek, siéntate.—Me dice con autoridad.

Me siento en la cama y lo observo.

—¿Por qué pelearon?

Aprieto mis labios, pero es en vano.

—Porque cuando le cumplí darle una cita, puso a otros por encima de ésta, se escapó de casa de sus padres, Vanessa le consiguió ese trabajo y dejó que Tommy le diera su departamento.

Él asiente.

—Vamos por partes. ¿A qué te refieres con que puso a otros por encima de su cita?

—David y Mary también tenían una cita, y como sus hermanos no los dejaban salir, llamaron a Layla, ella hizo que nos fuéramos del restaurante para buscarlos.

—Admiro a Layla cada vez más.—Es lo que dice mi padre.

—¿Qué?

—No te enojes. Derek, dudo mucho que solo te fijaras en Layla por su cuerpo, creo que su personalidad atrae mucho y parte de ésta es ser una buena amiga y persona, así que ¿Por qué te enojas?

—Porque estuvo pidiendo esa cita por meses y no le importó.

Miro a dónde suele descansar Sam.

—Creo que más que enojado, te dolió que ella interrumpirá la cita, además dudo mucho que fuese ella quien hiciera que se fueran del restaurante. No olvides que te conozco.

Voy a discutir le eso, pero levanta una mano.

—¿Qué sucedió luego que ayudaron a los chicos?

—Ella quiso continuar con la cita, pero yo no.

—Entonces los papeles volvieron a la normalidad.—Lo observo enojado.

—No te burles.

—No lo hago. Dices que escapó de casa de sus padres.

—Sí, ellos estuvieron llamándome, yo había apagado mi teléfono para...

—Para no hablar con ella.—Mi padre asiente.—Continua.

Al borde del abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora