Capítulo 35: Final feliz

2.5K 240 177
                                    

Estoy a unas horas de cumplir dieciocho años y sorpresa, sigo en el hospital

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estoy a unas horas de cumplir dieciocho años y sorpresa, sigo en el hospital. Lo cual me pone un poco triste porque no pude estar presente en el cumpleaños de mi hermano que fue hace dos días. Pidió tener unos patines nuevos, los cuales me mostró ayer que vino a visitarme. También me contó sobre su fiesta en donde estuvieron todos sus compañeros de equipo y se veía feliz mientras me hablaba.

Dejo ese recuerdo de lado para concentrarme en mi conversación con Dean.

—¿Cuántas veces tengo que repetirte que estoy bien? —Dean se queja a través de la videollamada, mirándome aburrido.

—Solo quiero asegurarme —aclaro.

Guardo las piezas del rompecabezas dentro de la caja y después recuesto mi espalda contra el sillón.

—Deja de sobre pensar tanto o tus neuronas se quemarán.

—No seas grosero —lo reprendo—. Deberías ser más amable conmigo dada mi condición actual.

Él rueda los ojos y yo desvío la mirada para leer la nota que está pegada en la caja del rompecabezas. Dean me dejó algunos de sus juegos de mesa antes de marcharse, pero por desgracia no entiendo la mayoría.

—Lo estoy siendo. Aunque ya me aburrí de convivir con mi familia.

—Es tu familia, Dean. —Ahora yo ruedo los ojos—. Sé agradable con ellos.

Dean todavía no se siente cómodo en casa de sus padres y lo entiendo, los tres han pasado por mucho y necesita tiempo para reconstruir su relación.

—Tendré que serlo porque pasaré otra semana aquí.

—Cambiar de aires no te hace mal. He escuchado que Quebec es maravilloso.

—Sí, bueno, no puedo quejarme. —Chasquea la lengua—. ¿Tú cómo estás?

Tomo el teléfono para enfocar el tanque de oxígeno que está a mi lado.

—Me siento como una ganadora, incluso creo que respiro mejor que nunca.

—El sarcasmo no funciona conmigo, pequeña.

Devuelvo el teléfono a donde estaba.

—Entonces hablemos de otra cosa —propongo—. ¿Cómo va ese reingreso a la universidad?

—Fatal —responde, molesto.

Frunzo el ceño, confundida.

—De acuerdo, pero ¿por qué?

—Porque había olvidado lo difícil que era estudiar y es raro volver después de tantos años.

—No es tan malo, solo te ausentaste... ¿tres años?

—Gracias por el ánimo —responde con el tono más sarcástico posible.

"El sarcasmo no funciona conmigo", pero sí que le gusta usarlo.

Mi último deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora