Un Inesperado Giro del Destino

25 2 2
                                    

Desafíos Semanales

Repesca

Sin Oraciones Unimembres

Título: Un Inesperado Giro del Destino

Fandom: Kuroshitsuji

Ships: CielxElizabeth. SebastianxGrell

Personajes: William T. Spears, Undertaker

Sinopsis: Se suponía que, una vez consumada la venganza del Conde por la muerte de su familia, Sebastian debía de tomar su alma. ¿Qué, o quien podría impedírselo ahora? Nada menos que el peor pecado en que probablemente pudiera incurrir un ser naturalmente manchado de oscuridad. Encariñarse no solo con su amo, sino incluso con quien pronto se convertiría en su esposa. Y lo que era peor, ceder a los deseos –o mejor dicho, las súplicas- de esta última.

Advertencias: AU Canonverse. Romance. Angst. Demonios. OoC

Mansión Phantomhive, 14 de Diciembre del 1900

En el despertar del nuevo siglo, la mañana del vigesimoquinto cumpleaños de su amo, Sebastian Michaelis, mayordomo del joven heredero Phantomhive desde sus 10 años, se encontraba sentado en el amplio sillón del salón principal, con su intensa mirada carmesí perdida en el paisaje idílico ofrecido por la vasta variedad de flores que adornaba el jardín de la mansión. Sobre su regazo, profundamente dormido cual niño recién nacido, se encontraba nada menos que el motivo que llevara a aquel ser de las sombras a esa mansión, alguna vez en ruinas. Sebastian Michaelis, el endemoniado mayordomo de cabello negro y piel espectralmente pálida jamás hubiera imaginado llegar al día en que finalmente cumpliría –o concluiría- el pacto que mantuviera con el joven Conde, Ciel Phantomhive, en el que debería entregarle su alma a cambio de sus servicios en su venganza contra quienes le habían arrebatado a su familia. Un largo y nostálgico suspiro escapó de sus labios al recordar la fatídica noche (fatídica para el joven de 25 años). Es decir, un día como el de esa noche, aunque 15 años atrás, cuando Ciel apenas y acababa de cumplir sus 10 años.

—Sebastian... Por todos los demonios, ¿aún no has ido a dormir?

El mayordomo de figura esbelta y grácil y cabello negro bajó sus orbes carmesíes al rostro evidentemente somnoliento de su joven amo ante tal cuestionamiento, encontrándose con los ojos azules –ambos visibles- del menor. Estos, sin embargo, no eran exactamente del mismo tono azulado; de hecho, y como prueba de su pacto con Michaelis, Phantomhive tenía un sello de color cian en su ojo derecho, mientras que su ojo izquierdo era color cielo. Asimismo, el demonio llevaba el símbolo que él mismo grabara en su amo en el dorso de su mano derecha, oculto bajo su guante blanco. Así había sido por diez de los últimos quince años, puesto que el Conde se había quitado el parche que ocultaba el sello. Sebastian, por el contrario, no podía ni debía hacerlo. Especialmente, ante quienes desconocían su verdadera naturaleza.

—Vete a dormir, ¿quieres?

Dijo el muchacho de cabello índigo, una vez más y con algo más de insistencia a pesar del cansancio que teñía su propia voz. Sebastian no pudo evitar la pequeña, apenas audible risa que escapó de sus labios al escucharlo. Y al notar que, mientras le hacía a él esa advertencia, el propio Ciel era incapaz de mantener los ojos abiertos. Se puso lentamente de pie, moviendo con sumo cuidado al muchacho en su regazo para luego tomarlo en brazos como recordaba haberlo hecho tantas veces desde que le conociera. Mientras caminaba, con su acostumbrada calma y elegancia hacia la habitación principal de la mansión, se percató de que verdaderamente se sentía cansado.

Ingresó en la habitación y, tras recostar a Ciel y arroparlo con la misma dedicación y cuidado que le caracterizara desde su encuentro, 15 años atrás, tomó asiento en el borde de la cama, dejando escapar un hondo suspiro. No supo por qué, pero se llevó de pronto la mano izquierda al guante que ocultaba el símbolo del pacto y lo removió cuidadosamente. Por una fracción de segundo, le invadió una aguda punzada que se desvaneció apenas se hubo quitado la pieza de tela. Para su sorpresa, aunque no diría horror –no en voz alta, al menos-, notó que esta lucía ligeramente rojiza, como si estuviera ardiendo. Debió contener un quejido de dolor cuando, efectivamente, le acometió una intensa sensación de escozor más que ardor. Volvió la mirada a sus manos y vio, o al menos creyó ver, el sello a punto de esfumarse. Esta vez sí, emitió una exclamación de horror que no llegaría a oídos del joven a su lado por el simple hecho de que estaba profundamente dormido. El mayordomo parpadeó repetidas veces –y rápidamente-, como si intentara aclararse la vista y, al ver sus manos una última vez, un nuevo suspiro salió aun contra su voluntad. El sello continuaba intacto; e imaginaba que también el de Ciel lo estaría. Se cubrió nuevamente el símbolo de color negro con sus guantes de trabajo, puso lentamente de pie, arropó apropiadamente al muchacho a su lado y se retiró a su propia habitación. Un último y aún más hondo suspiro escapó de su boca cuando finalmente, y sin decoro alguno, se tumbó de espaldas en su cama, sin siquiera quitarse los zapatos.

Anime One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora