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Ciro llora cuando me despido de él en el aeropuerto y se me desgarra el alma

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Ciro llora cuando me despido de él en el aeropuerto y se me desgarra el alma. He pasado los últimos seis meses aquí, con breves intervalos en Buenos Aires, pero la mayor parte del tiempo estuve con mi hijo. Trabajé a distancia para el estudio y los chicos del bufete se amoldaron rápidamente a mi modalidad laboral, aunque nunca faltó la amenaza graciosa de Sebas de desafectarme de la sociedad.

Decidí regresar a lo que tenía como vida en Buenos Aires porque realmente extraño mi casa, mi hábitat, el gimnasio y a mis amigos. No sé cuándo regresaré a Santiago, probablemente lo haga dentro de un par de semanas.

El viaje corto y práctico me permitirá ir y venir a menudo y eso me consuela.

Conocí al novio de Romina; me agrada que se lleven de maravillas y que sea un buen hombre. Ha estado casado anteriormente y tiene dos hijas de ese matrimonio.

Lo mejor del caso, es que supo congeniar con Ciro.

Miento si no digo que me sentí un poco celoso de la atención que recibió Benito. Por otro lado, que el tipo sea un buen sujeto, me gratifica.

Regreso con el tiempo justo para ir a la despedida de soltero de Esteban, solo una reunión en su casa, lo que nos aleja del completo descontrol. Candela saldrá con las chicas a bailar y lo único que espero es que las cosas no terminen como en el festejo de Maru.

Como es habitual, pienso en ella.

Evité preguntar a Luis sobre el fin, o no, de su matrimonio. Por su parte, es tan reservado y profesional, que no mencionó nada al respecto.

Veo recurrentemente la foto de perfil de Maru y encuentro que esta mañana la ha cambiado. Se muestra junto a su hermano y sonrío por el gran vínculo que tienen.

Es envidiable y conmovedor.

Cabeceo en el asiento, no veo la hora de llegar a Buenos Aires y zambullirme en mi cama. Sábanas limpias, nuevas y frescas me esperan. También, una cervecita fría que he pedido especialmente a Rosa que guardara esta mañana en la heladera.

La chica sentada al lado mío no deja de hacerme ojitos y rozarme la pierna con su rodilla. Es muy bonita, quizás esté en sus treinta, y si bien en otro momento no hubiera dudado en tirar mis líneas de conquista, soy un hombre comprometido.

Sí, comprometido.

Comprometido con una mujer que probablemente continúe casada, que confesó seguir amándome meses atrás y que me rompió el corazón al mostrarse junto a su esposo la última vez que nos cruzamos.

Una mierda.

―Disculpáme, necesitaría pasar al baño. ―Pide la rubia utilizando un pretexto de manual.

Me pongo de pie porque sé que, dado mi tamaño y el poco lugar entre mis rodillas y el respaldo de adelante, inexorablemente me rozará todos los puntos posibles.

"En lo profundo de mi corazón" - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora