Mi enemigo, mi salvador [1/4]

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Inspiración: Confesión.
~•~

—La orden fue dada, Stark.

Tony negó. —No la acataré.

— ¡Lo harás! ¡Hydra debe ser detenida! —El general Ross se levantó, usó su voz de mando, de alfa. Estaba cansado de la rebeldía de Stark.

En los años de servicio de Iron Man a su país, el general Ross se ha visto obligado a lidiar con las disputas en su organización que Stark generaba. No existía el control, tampoco la serenidad en su tan ansiado proyecto. Stark sembraba la duda en sus otros compañeros con sus constantes dudas y oposiciones, no era un soldado. No había respeto a su autoridad, a su cargo de líder. Lo que el general Ross no pensaba soportar más, se suponía que era el alfa líder de un proyecto que supervisaba a héroes, así que no debía ser la burla de nadie.

Su tolerancia se acabó, esta rebeldía se acabaría.

—Así que, enviarás a la Legión de Hierro y acabarás con todo Brooklyn. —Se puso frente a Stark en su intento de intimidarlo. Él era un alfa, mientras que Stark solo un omega. —. De lo contrario, serás condenado como un desertor.

—Haz lo que quieras, no importa. —Tony se mantuvo firme, no bajó la cabeza. Nunca lo hizo, hoy tampoco sería el día. —. Que yo no acabaré con una ciudad entera por tu incompetencia.

El general apretó sus puños, se contuvo.

No iba a ensuciarse las manos, no con un desertor como Stark que prefería a la moral antes que la victoria de una guerra. No había más oportunidad para él, se le concedió la última y Stark la perdió.

El general Ross bloqueó la puerta principal de su oficina, aprovechando que Stark le dio la espalda al buscar irse. Seguramente, Stark pondría en sobre aviso a la gente de esa ciudad, ayudaría a que las ratas de Hydra huyera.  No se lo permitiría, Stark no volvería a fallarle ni a él ni a su país.

—Hay un solo final para un desertor, Stark.

Tony trató de abrir la puerta con su acceso, pero no podía. Estaba trabada, se giró hacia Ross. Sospechaba lo que ocurría, su traje tardaría en llegar.

— ¿Realmente, quieres descubrirlo? —De la puerta de atrás, ingresaba diez hombres. El escuadrón del general Ross, los mejores en combate. Tony los había estudiado, tenía la seguridad de los letales que podían llegar a ser.

Necesitaría su traje.

Tony activó su traje, vendría por él. ¿Lo haría a tiempo? —La muerte jamás me preocupó, Ross. 

— ¿Entonces por qué tanta renuencia a acatar una simple orden?

—Porque se trata de gente inocente a la que planeas asesinar. —Tony tiró su chaleco de gala y remangó su camisa. Se preparaba para luchar por su vida. —. De ser solo yo, tal vez la historia sería diferente.

—Curioso, valoras más la vida de gente extraña que la tuya.

—Inconsistencias de un Stark.

Ambos se sonrieron.

—Fue un placer conocerte, Stark. —El general Ross retrocedió, iba a retirarse. —. ¡Asesínenlo!

Fue lo último que Stark escuchó de Ross.

(...)

El dolor era punzante e infernal, no dejaba de sangrar. Los ojos se sentían cada vez más pesados, le costaba respirar. Su cuerpo le advertía, iba a desfallecer en cualquier momento.

No podría seguir teniendo el control de su armadura, no podría seguir luchando contra los seis hombres que quedaban. Debía irse, salir antes de morir acá. Su IA lo entendió y activó el piloto, lo sacó de la oficina del general Ross por el mismo hueco que provocó su llegada.

Tony apenas logró esquivar los disparos de los francotiradores que Ross envió, apenas se sostenía. No tenía un lugar seguro a donde ir, no sin exponer a la gente que amaba. El general Ross lo iba a cazar, lo quería muerto y sin testigos. No podía ir con Pepper o Rhodey, no con ellos. 

Solo le quedaba una opción, esa que nunca pensó acudir.

—Jarvi... —Hablar le dolía demasiado. Podía jurar que sus costillas se rompieron o que un pulmón estaba apunto de estallar. El dolor era infernal, necesitaba llegar. —. A... Brooklyn... Llévame... con él.

—Sí, señor. —La IA retomó el control de la armadura, trazó el camino. —. ¡Resista!

Tony no respondió, cerró los ojos.

No quería perder la consciencia, se aferró en el dolor, en respirar una y otra vez. Su IA se esforzaba por llevarlo lo más rápido posible y estaba por conseguirlo, Tony debía resistir un poco más.

La IA hizo descender la armadura de Tony al suelo, esto frente a la entrada de una enorme casa. La IA era consciente de que era un blanco de los francotiradores de los guardias de la casa, así que no desactivó los propios protocolos de defensa de la armadura. No confiaba en el recibimiento que les daría, tampoco en abrir la armadura.

Pero, debían verlo.
Tony no era una amenaza.

La IA finalmente abrió la armadura cuando lo divisó a él, al enemigo de su jefe.

Tony salió desprendido del traje, apenas se mantenía de pie. Estaba temblando, sangrando y asustado de que lo último que viera fuera él. No quería morir, no frente a él. Pero, no tenía a dónde ir. Tampoco las fuerzas para regresarse, se encontraba solo. Así que, ignoró la fría y confundida mirada rojiza de quien aún seguía siendo su enemigo. Él avanzó unos pasos, tambaleándose ligeramente. Iba caer rendido, su cuerpo no resistía más.

—No... sabía a dónde más ir. —Tony se sinceró, esperando que bastara para una tregua.

Tony alzó su rostro herido y lo volvió a mirar. Esta vez encontró compasión en esos ojos duros y frívolos, su sinceridad bastó. Su cuerpo finalmente se rindió, cayó en los brazos de él, de Steve Rogers.

Steve Rogers, su enemigo jurado, se aferró de su cuerpo.
No lo dejaría morir, ¿cierto?

STONY ONESHOTS - DRABBLES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora