Ha de conocer la soledad en el silencio de una muchedumbre
Entre recuerdos y cigarros de media noche, me encontré sumergido en la soledad de mis pensamientos, la brisa chocaba con las paredes de la casa y una obscuridad arropaba las planicies de aquellas tierras a lo lejos. Mi única fuente de luz en aquel entonces era una vela medio consumida que había comprado semanas atrás, mis días en los campos eran monótonos, las mañanas se habían convertido en tasas de café sin azúcar y cigarrillos de noches anteriores.
Mis mañanas solían ser vueltas por los terrenos para cerciorar que todo el ganado se encontrase bien, el día transcurría de manera rápida el tiempo se volvía relativo ante las ocupaciones del rancho, las horas de descanso siempre me gustaba pasarlas cabalgando por las planicies alejadas del terreno, como si me encontrara buscando algo, algunas veces encontraba ovejas de pastores de la zonas, a veces nada, solo una profunda brisa acariciando el pasto y unas praderas siendo pintadas por los rallos del sol.
Volvía a mi rancho antes de que cayese la noche, suelen ser frías y lúgubres en lugares como estos. Al llegar a mi cabaña la sensación de calidez siempre estaba presente ante las precipitaciones del frió de la noche, como si estuviera en la espera de mi llegada; los días se convertían en años a raíz del tiempo, y todas las rutinas eran las mismas cada momento.
¿A de ser castigo el deseo de la piel?
Un martes por la tarde tuve que ir al pueblo para comprar provisiones para las semanas restantes en mis guardias, antes de volver a la cabaña pase por un bar y tome unas cuantas copas, no recuerdo cuantas. Pero si quedo en mi mente la hermosa dama que estaba a dos bancos de mí, en aquel momento me dirigí hacia ella y le invite un par de cervezas, la hermosa dama acepto, entre botellas y conversaciones las horas fueron pasando, cuando reviso el reloj ya era más de media noche. Tenía que volver y descansar, por la mañana tenía que hacer mis vueltas por el rancho, antes de irme me despedí de ella, me pregunto si ¿en algún momento nos volveríamos a ver? a lo que asentí con la cabeza e hice un gesto con mi sombrero y me retire del bar.
10 de diciembre de 1963
El sonido de mi silla es mi única acompañante en esta desolada casa, los días se volvieron solitarios, con la llegada del invierno el frió puede volverse un compañero como un enemigo, pero no hay día en que mis propios pensamientos no te dibujen en aquel clima gélido, cada mañana tras despertar un profundo silencio se hace presente, como si el estruendo del cosmos desapareciera y todo quedase en calma, que poético puede ser la nada cuando vives en ella.
Mi última guardia del año se acercaba cada vez más, no me sentía feliz con su llegada, me acostumbre al silencio y a que cada mañana la brisa tocase las paredes de mi cabaña, a aquellos rayos del sol tocando las praderas a lo lejos, pero ¿Qué me hacía sentir esta tristeza sin haberme ido?
20 de diciembre de 1963
Han sido unos días difíciles, cada que se acerca más mi partida siento como si algo de mí se quebrara, puedo tocar la grietas en mi piel y sentir una calidez incomparable brotando de ellas. ¿Amar puede doler tanto? no quiero llegar a pensar que las penumbras de este lugar me hayan encantado, que su ambigüedad y belleza tengan tanto poder en mí. mucho antes de que acabara el día todo transcurrió de manera normal, hice mis rondas y estuve al margen del ritmo de mis días. Al caer la noche el interior de mi casa se ve sumergida en oscuridad, aquel calor que permanecida en mi llegada desapareció, creo que ha llegado el momento...
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EUDAIMONIA
Short Story¿Que se puede llegar a sentir realmente cuando no existes para nadie?