En la noche, mientras se me formaba un nudo en el estómago y perdía la capacidad para desahogarme en lágrimas, tú decidiste no llamarme nunca más.
Ya van 3 semanas.
¿Por qué no puedes quererme como antes?
No pude disfrutar el ser una niña.
Y ahora que estoy enferma, te espero en la puerta, vigilo tu llegada.
No importa si llegas con las manos tibias y no sabes si tengo fiebre.
Sólo ven.