AND ONE THOUGHT CRYSTALLIZES LIKE AN ICY BLAST
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Era una mañana como otra cualquiera en el pacífico reino de Arendelle. La princesa Idunn llevaba horas aburrida, deambulando por los salones del castillo y vagando sola sin rumbo fijo. Ya lo había hecho todo: se había peinado en dos simétricas trenzas varias veces, hasta que estuvieron perfectas, o por lo menos no demasiado mal; había estudiado sus nada interesantes lecciones, que nunca lograba memorizar en condiciones; había jugado con Olaf, hasta que se fue a encender su chimenea como solía hacer; había cepillado a Lametazo hasta que se hartó y había hablado con todos y cada uno de los cuadros del castillo.
Normalmente, a esas horas llegaba Kristoffer y le alegraba el día con alguno de sus chistes malos, atacando juntos más tarde la despensa de chocolate a escondidas. Sin embargo, no llegaba. Habría empezado a preocuparse de no ser porque pensó que tal vez su padre le había pedido que se quedase en la montaña para ayudarle.
De modo que Idunn se decidió a salir del castillo, ya que allí no encontraba más entretenimiento. Repasó su indumentaria unos segundos antes de salir, mirándose al espejo. Un sencillo vestido color burdeos, con estampados florales en la parte baja y mangas con volantes a la altura del codo. Además de sus botas negras favoritas, cómodas y decentes.
Saliendo por el patio, vio que unos cuantos campesinos charlaban, probablemente esperando a una audiencia con su tía. Algunos inclinaron la cabeza en un gesto respetuoso de saludo. Otros simplemente la miraron y la ignoraron. Uno de ellos, un niño que iba acompañado de su padre, llevaba un pequeño ramo de flores, lo que llamó su atención.
-¡Hola! –Saludó al niño.- ¡Bonitas flores! ¿Para quién son?
-Son para la princesa Erika. –Contestó, ilusionado.- Para darle las gracias por regalarnos un cerdito. Y, bueno… -Miró hacia el suelo, un poco avergonzado.- Pedirle ayuda para conseguir otro.
-¡Oh! Pues Erika no ha venido todavía, pero si quieres te puedo ayudar yo.
-¿Y tú quién eres?
Idunn abrió y cerró los ojos, sin entender la pregunta. “¿No me conoce?”
-Pues… La princesa Idunn, claro.
-¡Ah! Entonces no. Yo quiero que me ayude la princesa Erika. –Dijo él, con un tono inocente, pero algo caprichoso.
-No te ofendas, chiquilla. –Intervino su padre.- Pero nos hace ilusión hablar con la princesa heredera. Lo siento.
-Ah… Claro… -Fue lo único que Idunn pudo decir, mientras se alejaba, abrumada.
No era la primera vez que vivía una situación así. Su hermana, efectivamente, era la heredera, querida y reconocida por todos los ciudadanos, destinada a ser reina algún día. Aplicada en sus estudios, bien educada y escritora de buenos poemas, incluso. A su hermano, en cambio, le traían sin cuidado los asuntos de palacio: con poder dedicarse a vender hielo, le bastaba.
Por otro lado, ella no tenía nada. Ni iba con su padre a trabajar, ni era tenida en cuenta por nadie. Sí, a veces se encargaba de ayudar a su tía, a su madre y a su hermana en audiencias con los campesinos, cartas diplomáticas… Pero solamente si una de ellas no podía hacerlo, pues sabían que Idunn no tenía una especial habilidad para tratar con la gente, ni una especial habilidad en nada. De hecho, se consideraba bastante torpe. Hiciera lo que hiciera y dijera lo que dijera, casi siempre acababa metiendo la pata. Comparada con sus hermanos, ella sentía que únicamente la tenían en cuenta como sustituta. Como un repuesto cualquiera.
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Frozen Fractals (Segunda Temporada)
FanfictionContinuación de la Primera Temporada del fanfic Frozen Fractals.