cinco

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Yongbok...

Dulces susurros desde la lejanía llegan hasta mis tímpanos, disparando un placentero escalofrío a través de mi cuerpo. Susurros que parecen atrapados en una cápsula de cristal, tan distantes y cercanos al mismo tiempo. No puedo atraparlos, no puedo percibir más allá de la cálida voz que reciben mis oídos, pero no me esfuerzo ni siquiera en reconocerlos, eso no importa ahora.

Porque estoy flotando como una ligera pluma de ave y cada músculo de mi cuerpo se encuentra en un estado de extrema relajación, ojos cerrados, alma abierta. La siento separarse de mi cuerpo lentamente, a mi alma; lo siento tan claro como el suave toque de unas manos de mujer, arrancando cada átomo, uno a uno. Y está el tenue soplar del viento, que entre sus cortinas invisibles de seda, me transporta a donde mis miedos no me alcanzan, no me tocan, no me hieren. Soy solo yo, en medio del todo, en medio de la nada, abstracto y fragmentado.

Distancia. Materia y energía. El tiempo es imperceptible. No existo y existo al mismo tiempo, soy yo pero no me siento como yo, no me siento real. Sin embargo lo siento. La contradicción me abruma y mi mente comienza a sacudirse.

De pronto todo es negro, comienzo a caer, ya nada me sostiene, dejé de ser tan ligero como una pluma, tan ligero como la inexistencia misma, y ahora la gravedad me arrastra hacia un vacío interminable e incierto. Me dejo caer, dejo que la incertidumbre me reciba en sus brazos, y no grito, no siento nada.

Hasta que abro los ojos repentinamente, mi corazón latiendo desconcertado, tengo que tomar un par de respiraciones profundas porque el oxígeno de pronto parece escasear, siento que me asfixio. Me concentro en el sonido de mis respiraciones. Entonces la realidad me golpea duro como si de una plancha de concreto se tratara, y me doy cuenta de dónde estoy.

Estoy de pie, solo en medio del oscuro bosque. La luz de la luna me permite ver a mi alrededor a duras penas. No sé qué demonios hago aquí ni cómo llegué, es como si me hubiera teletransportado de mi cama hasta aquí. Lo último que recuerdo es haber estado dando vueltas sobre el colchón y después haber soñado con una voz que siento haber escuchado antes, pero que susurraba cosas que no entendía. Me siento mareado.

Miro hacia el suelo al sentir las húmedas hojas secas bajo las plantas de mis pies, dándome cuenta de que estoy descalzo y visto la misma pijama con la que me fui a dormir esta noche.

Doy unos pasos, inseguro, mirando hacia los puntos más oscuros que percibo entre los árboles, porque temo que no estoy solo. Un paso más y escucho las hojarascas crujir conforme algún pequeño animal corre lejos de mi presencia, asustado por mis movimientos, quizás tan asustado como yo.

Y cuando el único sonido audible es el de mis pasos y mi respiración, alguien susurra en mi oído y lo siento tan cerca que su aliento me provoca un cosquilleo en la oreja.

Yongbok.

Antes de escuchar el final de aquel nombre, con el terror de imaginar en las posibilidades de lo que podría encontrarme al hacerlo, giro mi cabeza rápidamente en dirección hacía la voz que se fue desvaneciendo en ecos en la profundidad de la oscuridad. Sin embargo, no hay nada. Pareciera que solo estoy yo aquí.

Pero esa voz... Es la misma voz de hace un instante, susurrando lo mismo una y otra vez. Estoy seguro de que la he escuchado antes, pero no logro terminar de reconocerla. No obstante, se siente diferente, dejó de ser cálida y ahora me produce terror.

Escucho un crujido desde la misma dirección donde la voz se perdió, yo intento agudizar mi vista y por una fracción de segundo casi creo que logro ver un destello en la oscuridad. Retrocedo dos pasos de inmediato. Hay alguien observándome desde los árboles, escondido entre las hojas y la negrura de la noche. Escucho otro crujido ahora con mayor claridad y entonces sé que se está acercando a mí.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2022 ⏰

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