𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑺𝒊𝒆𝒕𝒆

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—Ah~ fue un día bastante intenso. —Las palabras de Ace fueron cargadas con la impronta del esfuerzo físico y la lucha diaria que ahora repondrían en el almuerzo.—

La comida ante él despertó un desencanto visual. La simplicidad de aquel almuerzo era una anomalía ante su paladar acostumbrado a manjares que acompañaban sus días de gloria en la alta clase. Una mirada superficial no permitía reconocer los alimentos frente a él, empujándolo a copiar el plato de Deuce.

 Una mirada superficial no permitía reconocer los alimentos frente a él, empujándolo a copiar el plato de Deuce

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El aroma tentador de la comida llenaba el aire, y las risas se entremezclaban con el sonido de los cubiertos. Se sentían como nocidos de toda la vida, aunque el reloj les recordaba que apenas habían compartido unas cuantas horas juntos.

La tranquilidad del instante lo encontró sentado en compañía, charlando de trivialidades. A medida que Daelo ocasionalmente intervenía, sus palabras se volvían escucha atenta, como si aquellos murmullos de conversación pudieran revelar algo más profundo.

Y entonces, una melodía inusual llegó a sus oídos, un saludo cantarín que desafió su noción de formalidad y jerarquía. La voz de un joven, con un diamante en su rostro como marca distintiva, cortó el flujo de sus conversaciones, dejando un silencio expectante. Junto a él, un nuevo rostro se registraba en su mente.

—¿Podemos sentarnos? —la voz del joven rompió la quietud y atrajo la atención de los cuatro—

Los dos recién llegados, de edad más avanzada, eran portadores de un aura que inspiraba respeto, pero también una curiosidad fría que se traducía en gestos y palabras. Sin embargo, su precencia en el almuerzo irradiaba amabilidad.

Pero el foco de atención del noble se desplazó al pequeño aparato en la mano del joven de ojos verdes sacó de su bolsillo tan pronto se sentó en la mesa. Sus ojos se entrecerraron, perplejos ante aquella pantalla tecnológica.

—¿Qué es eso? —Las palabras del azabache, una brisa en el aire, chispearon como el roce de hojas en el viento.—

—¿Eh? Mi teléfono... —Respondió con un tono de obviedad, soltando una risa confusa—

El menor se quedó mirando el aparato como si no entendiera de qué se tratara. Cater le mostró la pantalla, haciendo que se sorprendiera más.

—¿Y cuál es su función?

Todos se quedaron callados unos segundos, hasta que Trappola no pudo contener la risa.

—¡¿De verdad no sabes que es un teléfono?!  —Acotó Trappola, burlándose de su falta de conocimiento.— ¿De qué época eres? Jajaja.

La noción de un teléfono, ajena y ajada, cobró vida ante él, revelando la fisura entre su mundo y este. La incredulidad adornó las palabras del azabache, y el misterio de la situación se volvió más tangente para todos.

𝑬𝒏𝒊𝒈𝒎𝒂 - 𝑻𝒘𝒊𝒔𝒕𝒆𝒅 𝑾𝒐𝒏𝒅𝒆𝒓𝒍𝒂𝒏𝒅 (𝑴!𝑶𝑪)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora