Capítulo V

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—¡AH!

Un grito hizo temblar las estalactitas de amatista y los riachuelos.

Shen Qingqiu se revolvió en su lecho, las almohadas se regaron por el suelo y estrujó las sábanas bajo sus manos. Sintió el corazón desbocado. Miró a su alrededor como si no supiese en qué lugar estaba.

Se llevó una mano al pecho desnudo e intentó calmar su respiración. Poco a poco, tras varios intentos recobró la estabilidad y se relamió los labios resecos. Al segundo siguiente chocó su palma en el rostro y masajeó sus sienes.

—Que sueño tan abrumador.

Se dijo a sí mismo mientras comenzaba a quitarse la corona en su cabeza, seguro que tendría el cabello hecho un desastre. Colocó el prendedor y la aguja en la cabecera de su cama.

Por la periferia vio algo blancuzco.

Giró hacía la vista hacia la izquierda. Tuvo que tallarse los ojos para poder enfocar correctamente qué era lo que estaba ahí regado.

Parecían... ¿Hojas? ¿Hojas blancas? Flores... Cajas...

Pero, todo estaba regado, era una pequeña montaña que se formaba por debajo de uno de los riachuelos principales de su morada. El agua se había desbordado, mucho de lo que estaba ahí terminó mojándose. Había flores marchitas, había pergaminos cuya tinta hacía mucho se había corrido e incluso ya se había secado.

El color se le fue del rostro. Con renovada ansiedad salió del lecho en un brinco y en una fracción de segundo se acercó hacia los regalos olvidados por él.

—¿Qué ha pasado?

Decía moviéndose, algunas cajas contenían comida la cual ya no servía, había manchas en el suelo, el agua ya inundaba partes que antes estaban secas. Removió los regalos en el olvido, no había nada para salvar. Hasta que regado por uno de los laterales vio un pergamino pequeño. Era el menos amarillento de la pila y milagrosamente estaba seco, la tinta permanecía.

Abrió con rapidez el pergamino.

Estoy casada con un mercader del Gran lago, su regreso demora día tras día. Si hubiera sabido que las altas mareas eran tan frecuentes, podría haber elegido un joven marino. *

*Poema "Canción escrita al sur del río azul", autor: Li Yi, poeta clásico chino de la época del Imperio Tang (748 - 827 o 829).

De todos los poemas que pudo haber escrito, escogió el que sonaba más como una mujer casada olvidada por Dios y su marido.

Shen Qingqiu bufó cansado cuando pudo entender la indirecta en aquella carta.

—¿Cuánto tiempo me dormí?

Arrojó la carta al montón más y dispuso de todo lo que se convirtió en basura. Lamentó mucho no volver a comer bocadillos hechos por Binghe, pero... ¿Qué podía hacer? Tenía el sueño pesado. Al terminar de limpiar su hogar, se decidió a consultar el ojo omnisciente sobre Binghe.

Cerró los ojos.

Pero no pudo concentrarse, en su mente lo único que veía era a la chica con la que Binghe estaba retozando en el césped la última vez que vio a través de sus ojos.

¿Y si ahora viese algo todavía más íntimo?

A pesar del sueño, sentía el vinagre recorrer las extremidades.

—¡Agh! No es como si lo 'hicieran' todo el día.

Volvió a cerrar los ojos. Tras unos segundos los abrió de nuevo y miró su reflejo deforme en el agua.

La grulla y el primogénitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora