El atleta universitario vino a mi oficina para un examen físico. El examen era necesario para que jugara fútbol. Procedí a que se desnudara hasta la cintura mientras marcaba su gráfico: cabello ondulado, castaño oscuro, 1,88 de altura, blanco, 170 libras. Él era muy amigable, de gran apariencia y lucía una hermosa sonrisa. Le tomé la presión arterial leyendo en voz baja y lo encontré un poco alto. Todo lo demás parecía normal hasta punto.
Le dije al semental, Shawn Mendes, que se quitara los pantalones cortos. Se sentó en una silla y se quitó los calcetines y los zapatos. Se puso de pie y abrió el cinturón de sus apretados vaqueros azules. Se desabrochó el botón superior y abrió la cremallera para revelar la cintura de un suspensorio de color blanco y ajustado a sus caderas, y lo mejor de todo era que Shawn parecía no tener ni el más mínimo de vergüenza.
Miré mi reloj. Decía las 5:00 pm. Volví mi atención a Shawn. Él
se deslizó fuera de sus jeans ajustados y después de dejar los vaqueros sobre la silla, se volvió hacia mí. La vista de él en esa ropa de deportista hizo que mi polla comenzara a temblar en mi apretado bóxer debajo de mis pantalones.
Me acerqué a él y le dije que necesitaba comprobar la Coordinación. Le dije que cerrara los ojos, separara los brazos y luego junte el dedo índice de cada mano, lentamente. Tan pronto como sus ojos estuvieron cerrados miré hacia abajo a su apretado suspensorio de nylon blanco. Le dije que hiciera el ejercicio veinte veces. Esto me dio tiempo para estudiar la bolsa abultada. Se veía llena. Su polla y sus bolas estaban apretadas en el blanco, casi transparente, nylon. Pude distinguir cada una de sus bolas, su eje, e incluso la cabeza y la hendidura por donde Shawn. Cuanto más miraba, más dura se volvía mi polla en mis pantalones médicos.
Quería tener a Shawn. Necesitaba tocar su bolsa deportiva. Quería tocarlo. Cómo médico, toco a 12 chicos por día, claro, todo de manera profesional, pero si hay uno guapo, sexy, y de piel suave, le deseo, y se me va la mano.
Subí a la mesa de examen, examiné sus pies y tobillos. Cada músculo en sus piernas fue examinado por mis manos. Me abrí camino hasta sus muslos hasta que mis manos estaban justo debajo de su bolsa blanca. Quise agarrar, sentir y acariciar el nailon blanco y el contenido que escondía. Le dije a Shawn que tenía que examinar su recto y próstata, algo que solo examino si realmente deseo hacerlo. Hice que se diera la vuelta sobre la mesa y se apoyara sobre sus manos y rodillas, y para cuando me di la vuelta, después de ponerme un fino guante de goma y buscar algún lubricante KY, me sorprendió la vista de su trasero. Enmarcado por la cinturilla y las dos bandas que enmarcaban sus glúteos, el trasero de Shawn estaba muy rojo. —¿Qué le pasó a tu trasero, hombre? Está bastante rojo— pregunté.
—Bueno, eh, doctor...Evans ¿No?, mi papá me dio de nalgadas ayer en la tarde, antes de venir a la universidad.
—¿Qué hiciste para merecer una nalgada, Shawn?
—Doc Evans, es algo personal...
—Soy tu médico, Shawn. Todo es personal entre nosotros. Ahora, dime qué fue lo que hiciste. Te voy a poner una suave y refrescante crema, ayudará con el color rojo y con el ardor. La esparciré por tu trasero.