Capítulo 1

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Melany.

Estaba garabateando en mi mesa cuando el profesor me sacó de mi ensoñación y de la distracción se me fue la mano y provocó que el cubo acabara torcido.  

-¡Melany Valdez! 

Me asusté tanto por el grito de ese amargado que casi me caigo de la silla, pero mantuve la compostura y lo mire encantadoramente aunque por dentro quisiera insultarlo y pasar de él. 

-Como te veo tan atenta vas a ser tu la que corrija la actividad -Dijo con su voz arrogante y tendiendome la tiza, rodé los ojos levemente pero salí igual.

Era una actividad de polinomios, uf, jodidos polinomios, ¿¡desde cuando las letras van con los números!?, ni idea la verdad, siempre pensé que lo hacían por el placer de torturar a los pobres niños. Pero volviendo a la actividad, no sabía cómo resolver semejante ejercicio, pero gracias a los dioses, mi mejor amiga desde la infancia, Blanca, me pasó un papelito con la solución por el suelo, como la amaba. Aproveche que el maestro estaba aclarando una duda a otro compañero para fingir que se me caía la tiza, recoger el papelito, y confiar en que mis compañeros no se fueran de la lengua. 

El profesor volvió a mí, examinó la pizarra unos segundos, intercambiando la mirada entre ella y yo. La mano en mi bolsillo empezaba a sudar, el papelito estaba cada vez más arrugado y mi pie no estaba quieto. El viejo ese me estaba poniendo de los nervios hasta que finalmente cedió. 

-Muy bien, pero si te pillo dibujando y estropeando las instalaciones otra vez vas a limpiar la clase entera tu sola con un cepillo de dientes. -Me miró ceñudo y me mandó a mi sitio fríamente.

Ese profesor siempre me tuvo manía, que conste, no es culpa mía, ¡ni siquiera se que se supone que le he hecho! 

Blanca estaba justo delante mía, en el asiento de enfrente. Así que aproveche al pasar y le di las gracias haciéndole una señal con pulgar; ella me correspondió con una de sus adorables sonrisas. Yo admiraba mucho a Blanca, era la pelirroja perfecta,tenía una preciosa melena brillante que le caía por los hombros, unos ojos miel que me recordaban a esos últimos días de verano que a su vez eran los mejores, acompañada casi siempre de esa sonrisa deslumbrante y de su piel blanca como el yogur griego su piel de porcelana; tenía aparte muy buen físico, el que cualquier chica adolescente promedio desearía, delgada y con una magia que hace que cualquier prenda le quede bien. Y luego estaba yo, que me veo incluso peor a su lado; yo era la morena con el pelo desigual (cortado así aposta), la típica que no le gusta destacar mucho. Con ojos grises, la nariz recta y respingada y granos. Muuuchos granos, demasiados para mi gusto (y el de cualquiera que me viera), de hecho, tuve que dejar de comer varios alimentos, con un gran esfuerzo eso sí, para disminuirlo, y no hablemos de mi cuerpo, era normal, para ser sinceros, tampoco exageremos no me podía quejar. 

Pero ella, ¡Blanca!, me daba cien mil vueltas, y ya no solo en físico, ella era la dulce y encantadora niña, cariñosa y con una envidiosa facilidad para hacer amigos. Al final, te acaba contagiando ese sentimiento de amabilidad y simpatía tanto estar con ella. Yo volvía a ser lo contrario, la chica con problemas para socializar, de confianza y para abrirse en general, aunque eso no quitaba que fuera muy directa y honesta en algunas ocasiones… como con los chicos, ¡pero eso es otra historia!, y claro está, terminamos el pack con muy poca autoestima y sin valoración propia.  

Supongo que la vida es un poco cabrona a veces, ya sabéis lo que dicen, la vida es injusta… 











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