ᴘᴏɴʏᴛᴀɪʟ [ɴᴀᴍᴋᴏᴏᴋ +18]

<<𝑬𝒑𝒊𝒍𝒐𝒈𝒐>>

—Hmmmm...

Jung Kook abrió los ojos ante la agradable sensación que comenzaba a recorrerle el cuerpo. Sentía cosquillas en el cuello y un calor pesado y agradable que lo cubría completamente. Se deshizo en dulces gemidos cuando sintió un apretón en su erección mañanera y unos dedos traviesos acercarse a su entrada. Levantó una de sus manos y la hundió en el cabello de su compañero de cama, jalándolo hacia atrás y separándolo se su cuello para verlo directamente a los ojos mientras le sonreía descaradamente entre gemidos.

—Eres un pequeño provocador, conejito— respondió Nam Joon ante la pecaminosa imagen de Jung Kook con el cabello revuelto, el rostro colorado de placer, y su traviesa sonrisa de lado combinando peligrosamente con sus tiernos ojos de Bambi mientras gemía largo y tendido con cada embiste de sus dedos.

Jung Kook le guiño el ojo, travieso, y Nam Joon dejo de jugar. De una se introdujo en él, hasta el fondo. Jung Kook gimió por la sorpresa y arqueo su espalda, empujándose instintivamente hacia atrás para escapar de la repentina intromisión, pero Nam Joon lo tomo por la cintura con sus fuertes manos y lo obligó a quedarse en su lugar: con su gran polla enterrada hasta la base dentro de él.

—T-tan g-rande hyung— lloró. Sentía como sus paredes se estiraban a más no poder para albergar el miembro completo de Nam Joon. Dolía un poco, pero no podía negar que tener ese gran miembro dentro de él se sentía como el mismísimo cielo.

—Que buen chico eres, Jung Kookie— lo halagó su hyung- tomándome así de bien. 

A Jung Kook le encantaba escuchar a su hyung hablar así, era algo con lo que había fantaseado decenas de veces. El menor comenzó a moverse lentamente en círculos, tratando de adaptarse lentamente al tamaño de su mayor, haciendo que la deliciosa agonía de tenerlo dentro tan repentinamente se fuera desvaneciendo, dejando solo placer, saliva y gemidos brotando de sus labios. Namjoon decidió dejar de torturarlo y alcanzó la botella de lubricante, esparciéndolo generosamente entre la unión de sus cuerpos, para después salir y entrar en su tierno conejito a un ritmo pecaminoso, haciendo que ambos se quedarán sin aliento.

Después de unos minutos yendo lento y suave (tanto como ambos, pasionales, podían), Nam Joon afianzó su agarre en la pequeña cintura de su menor y comenzó a embestir. Duro. Su polla salía casi completamente del interior del pelinegro para después entrar con fuerza hasta el fondo. Jung Kook solo pudo agarrarse con fuerza a sus ya deshechas sábanas, gimiendo y gritando de placer, llorando aún más de necesidad cuando al estar casi tocando el orgasmo con la punta de los dedos, su mayor salió repentinamente de él.

—¡Hyung!- chilló lastimeramente

—Date la vuelta, Kook. Quiero follarte desde atrás— el menor obedeció inmediatamente, poniéndose de rodillas, enterrando su rostro y manos en la almohada tan pronto se sintió lleno con su hyung. 

La habitación estaba inundada  con los fuertes gemidos de Jung Kook, los jadeos de Nam Joon y el choque de sus pieles húmedas cubiertas en sudor, hasta que todo quedó en silencio después de que ambos se derramaron, Nam Joon dentro de su conejito, y Jung Kook en sus sábanas blancas. 

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Jung Kook se encontraba recargado en el pecho de su mayor, haciendo círculos con los dedos sobre la piel morena. Nam Joon solo suspiraba, satisfecho, mientras acariciaba el hombro de Jung Kook. Ambos se habían ya bañado (por separado, no queriendo inundar la pequeña vivienda del menor si sucumbían a follar dentro de la regadera) y ahora solo veían el techo, secretamente deseando que la magia no se rompiera. Pero, esto sucedió inevitablemente cuando la alarma del menor sonó ruidosamente en la habitación. 

A regañadientes, Jung Kook se dirigió a su escritorio, apagando la molesta alarma de las 10:00 am. Se quedó de pie unos segundos, viendo detenidamente la bolsita de papel con el logo de su cafetería favorita que yacía encima de su escritorio. La tomó en sus manos y vio que tenía una notita pegada, con la letra de Nam Joon. Volteó tímido hacia su hyung, quien ya se había sentado en la orilla de la cama.