Will
El cielo estaba algo nublado, casi como si fuera a llover. El partido estaba muy reñido, íbamos empatados con el otro equipo desde hacía un rato, y la prórroga no parecía tener fin. Corrí con uno de mis compañeros, el cual tenía el balón. Esquivamos a todos los adversarios y llegamos más allá del centro del campo.
—¡Will, tuya!— Gritó mi compañero pasándome el balón de una patada. Lo recibí, y con agilidad esquivé a los rivales que se me acercaban. Cuando ya estaba lo suficientemente cerca de la portería, chuté con todas mis fuerzas. Pero justo cuando toqué el balón, sentí un fuerte golpe justo en la pierna. Caí al suelo bruscamente, y comencé a marearme. La pierna me dolía como el jodido infierno. Miré hacia donde supuse que se encontraba el culpable, el cual también estaba en el suelo frente a mí. Era un chaval del otro equipo, mirándome con lo que yo sentí que eran ojos de satisfacción. Eso me hirvió la sangre, haciendo que todo el dolor se convirtiera en ira. Me incorporé lentamente, casi sintiendo mi pierna colgando. Me acerqué hacia él cojeando, ignorando todas las voces de detrás de mí, que me preguntaban si estaba bien o no. Lo único que me importaba era vengarme. Sin pensarlo dos veces me abalancé sobre el chico, tirándole al suelo de golpe. Agarré el cuello de su camisa con fuerza, empujándolo más contra el césped.
—¿TE CREES GRACIOSO POR HABERME TIRADO AL SUELO, HIJO DE PUTA? ¡RESPONDE!— Apreté más el agarre. Levanté mi mano para darle un puñetazo, pero el dolor regresó. Me detuve un momento para recomponerme, pero antes de siquiera poder hacerle algo al chico, me agarraron por detrás y me apartaron. Intenté soltarme mientras veía al idiota levantarse jadeando. El dolor se agudizó mucho más haciendo que me dejara de retorcer. Entonces todo empezó a darme vueltas.
—Will. ¿Qué demonios te pasa? Te han puesto tarjeta roja directa—Escuché la voz del entrenador, pero muy lejana. Todo empezó a oscurecerse. De repente todas las fuerzas se me fueron. Agradecía que me hubieran agarrado con fuerza, porque si no me habría caído al suelo. Lo último que oí fue como el entrenador y algunas otras personas a mi alrededor gritaban mi nombre, luego todo se volvió negro...
Me desperté aturdido. Cuando miré a mi alrededor todo me era desconocido. Estaba en una habitación completamente blanca, con una pared entera de ventanal acompañado de un cielo ya oscurecido justo al lado de mi. Había un par de sillas junto con una mesa y un sofá. Lo que me hizo darme cuenta de donde estaba era la vía que llevaba puesta desde mi brazo hasta una bolsita con lo que supuse que era suero. Estaba en el hospital. Vagos recuerdos de lo que había ocurrido se pasaban por mi mente, hasta que sentí un fuerte dolor proveniente de mi pierna. Rápidamente quité la manta que me cubría de la cintura para abajo y me sorprendí. Mi pierna estaba vendada, bueno no, escayolada.
¿Qué demonios pasó? Pensé.
En eso la puerta de la habitación se abrió. Un doctor con el pelo negro un poco largo y los ojos casi igual de oscuros, bastante joven y con cara de no haber dormido se acercó a mi.
—Oh, ya estás despierto. Bueno, hola William, soy el doctor Dagger, también soy el director de este hospital.— Habló mientras me revisaba.
—Doctor Dagger... Ya veo. ¿Cuándo me iré de aquí? Odio los hospitales.— Dije de la mejor manera posible, aunque fracasé. Él me miró como si hubiera dicho un disparate.
—Bueno... ¿Ni siquiera quieres saber por qué tienes una escayola?— A lo que yo negué con la cabeza, y el doctor suspiró. —Está previsto que te quedes aquí una semana por lo de tu pierna, pero ya el psicólogo dirá por cuánto tiempo necesitarás quedarte.— Dijo sin más mientras revisaba unos papeles distraídamente.
Espera... Dijo... ¿Psicólogo?
—Lo siento, creo que no le he entendido bien, ¿Ha dicho psicólogo?— El doctor sólo volvió a suspirar y se ajustó sus gafas.
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[HIATUS INDEFINIDO] Hasta que nos quedemos sin aire
Romance[EN HIATUS!!] Will es un chico que ama el deporte, pero por sus ataques de ira repentinos le pasaron una mala jugada. Neith es muy tranquilo, con una sonrisa muy sincera. Quién diría que estar en un hospital es feliz, sin siquiera conocer el mundo...