13: Epílogo

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¿Por qué no me escogiste a mí?


[♡]

No quería despertar, tenía esta clase de crisis existencial en la que se negaba a hacerlo, más que todo se negaba a existir en un mundo donde Sofía no estuviera con sus grandes ojos oscuros mirándola amorosamente, se negaba a vivir en un mundo con el tiempo atascado por su ausencia, se negaba firmemente a vivir.

Cerró los ojos llorando, deseando no existir, tratando de pensar que no era real, porque le dolía demasiado la presión en su pecho tener que soportarlo.

Tener que soportar que aquellos orbes que tenían una galaxia entera para ella colisionaron, cargaba con la culpa de su extinción.

Leyó por allí que el ser humano era un ente masoquista, malo por naturaleza, le gustaba el dolor para permitirse sentir que estaba vivo, recurría a lo prohibido para tocar fondo y luego encontrarse a sí mismo, ¿Cómo tenía esto similitud a su vida? Escogió el camino equivocado o tal vez había nacido para buscar la felicidad pero jamás a tenerla.

Hubo unos instantes de lucidez entre su llanto y termino reconociendo que era masoquista de su parte amarla, y aún más sabiendo que le gustaba ese enfermo dolor de amor no correspondido.

Porque eso le había dejado en claro Sofía al dejarla a la deriva con sus pensamientos, al no contestar sus cartas. Sin saber que nunca llegaron a sus manos hasta aquella noche.

Claro que entendió su evasión, su corazón inocente y perdido jamás iba a ser merecedor de su ser. Su mente derrotada era incapaz de resistirse al te quiero fingido que por tantos años le había hecho creer.

Margareth llego a sopesar la idea de que estaba pagando su condena por los pecados cometidos, que Dios la estaba castigando por el horror de sus pensamientos, arrancando de sus brazos la vida de su amor platónico. Que su insomnio tenía un nombre y apellido escrito en una tumba. No era mentira después de todo lo que dijeron las Monjas y el señor Kang.

Amar es peligroso.

Su corazón se había vuelto cenizas porque las llamas de su amor fueron tan salvajes, que terminaron arrasando los alrededores de su cuerpo. Justo y como lo había escrito en su carta de amor, lo perdió todo que sintió el temor al ver la luz en sus ojos asomarse.

Su único y primer amor.

Al cual juro solemnemente proteger de todo mal, ¿A quién engañaba? No podía ni curarse a sí misma de una gripa y he allí el resultado de sus acciones, se le había ido de las manos tan rápido estando cerca de encontrar la felicidad.

Quiso decir que se lo merecía, que después de todo ella estaba destinada a sufrir el resto de su vida y que debía aceptarlo con la cabeza gacha, pero no podía. ¿Cómo podría si quiera pensarlo?

¿Qué se merecía realmente? 

— ¿Vas a ir a visitar la tumba de Sofía? — Preguntó Santiago a su lado pero ella decidió ignorarlo.

¿Por qué seguía allí después de todo lo que ocasionó? ¿Sentiría culpa? ¿Era la culpa de Santiago?

Todo el color había desaparecido a su vista, no había dejado de llorar desde que se enteró y cuando el castaño llegó a su casa con una cesta de galletas tratando de alguna forma inútil amortiguar la noticia, el grito que salió de su garganta mientras se sujetaba a sus brazos negando, le habían quitado la razón de vivir.

Sus padres acudieron al sonido, sujetándola antes de que cayera desmayada, sintiéndose igual de dolidos con la trágica noticia de su muerte, pero no más que ella definitivamente, no lo entenderían porque nunca se dieron cuenta de la forma en la que ellas se querían, no les había dado motivos para sospechar, ¿De verdad eran tan ingenuos o ella pensaba que fingía bien?

Ella entre sus líneasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora